CAMBIO DE GUARDIA....

CAMBIO DE GUARDIA.

Cuba o el remordimiento.

Eso es Cuba después de Castro: un óptimo contenedor de cocaína. Nadie en Europa lo ignora.

Gabriel Albiac.

Actualizado: 16/11/2021 08:08h.

Cuba pesa sobre nuestra conciencia moral. Sobre la de todos. Porque nadie supo ver, en sus inicios, la tempestad de muerte que inauguró en La Habana la Nochevieja de 1958. Esa misma tempestad volvía ayer a descargar su granizo sobre los cubanos.

Se pueden enumerar los orígenes de aquella ceguera. El primero se llamaba Fulgencio Batista. Hasta los Estados Unidos se habían hartado de aquel cómico dictadorzuelo. Y si la guerrilla de los hermanos Castro pudo triunfar militarmente en la isla fue, en muy buena parte, porque los Estados Unidos embargaron la venta de armas a un Batista insostenible. El vocinglero comunismo de Fidel Castro no existía entonces. En rigor, no existió nunca: el Comandante era un yonqui del poder, no de los libros ni de las ideologías. Llamó primero a la Casa Blanca. Y sólo cuando le dieron con la puerta en las narices, miró a la URSS. En plena Guerra Fría, Cuba era un portaaviones a 369 kilómetros de Florida: algo con lo que los soviéticos no podían ni haber soñado. En un horizonte bélico verosímil, aquel peón cobraba un valor estratégico decisivo.
Atrincherada como fuerza de choque soviética en el Caribe, la dictadura castrista conservó casi intacto, sin embargo, su lustre europeo. La ingenuidad de buena parte de los intelectuales de aquí jugó en eso un papel siniestro. Los nuevos amos de Cuba eran jóvenes y exhibían un aire de bohemia que caía bien en aquel ‘universo Saint-Germain-des-Prés’ que imponía, a inicio de los sesenta, moda estética y moda política. Los en otros momentos tan admirables Sartre y Beauvoir se dejaron embaucar -no fueron los únicos- por una escenografía de seducciones cuyo grado de sordidez sólo a partir del 67 comprendieron. Y denunciaron. Pero era ya demasiado tarde.

La amalgama de blindaje militar soviético y boba fascinación europea dio el perverso precipitado de un régimen con aspiraciones intemporales. Y cuando, a partir de 1989, Moscú procedió a la voladura controlada del bloque soviético, Fidel Castro supo que su supervivencia física estaba tan en juego como iba a estarlo la de los Ceaucescu. Se adelantó a la operación. Hizo asesinar a los hombres de Gorbachov en La Habana. Y cambió sus fuentes financieras: el portaaviones de armas soviéticas fue reciclado en portaaviones de coca colombiana camino de los consumidores estadounidenses. Sobre esa financiación se erigieron los nuevos populismos que iban a servirle de muro protector, extinta la Guerra Fría. En lo económico, no era un mal trueque.

Eso es Cuba después de Castro: un óptimo contenedor de cocaína. Nadie en Europa lo ignora. ¿En España? Lo de España con esa eterna dictadura es la más cruel de nuestras vergüenzas. Y la más inconfesa. Pero nuestros empresarios turísticos han obtenido, a cambio de ella, suculentos beneficios. Puede que la sangre hieda. No el dinero.