BERNARDO CONOCE A SU PADRE
Dice la leyenda que el rey quedó atemorizado, que olvidó el juramento que había hecho de no dar libertad al conde, pero ahora se lo ofrece a Bernardo a cambio de las llaves del castillo del Carpio.
El Carpio es hoy una pequeña aldea a cinco kilómetros de Alba de Tormes. Hay un altozano que llaman La Mesa del Carpio y enfrente, al otro lado del pueblo otro altozano donde estuvo asentado el castillo de Bernardo, hoy en ruinas.
Bernardo se siente alegre, pone las llaves en manos del rey y el monarca envía al conde Teobalte para que saque del castillo torreado de Luna a Sancho Díaz; pero cuando llega Teobalte a León había tres días que el conde don Sancho había muerto en el castillo, «por el dolor de sus fuertes prisiones».
El rey se asusta; no sabe como remediar la tragedia y manda que metan en un baño de agua caliente el cuerpo del infortunado para ablandarlo y poniéndole ricas vestiduras lo sienta en silla de marfil y lo lleva al palacio de Zamora. Con ello cree cumplir la palabra de rey.
Bernardo, acompañado de Alfonso, entra en la sala; va a besar la mano de su padre y la halla yerta y fría, mira su rostro y encuentra su faz cadavérica y prorrumpe en fuertes lamentos:
« ¡Ay, conde Sancho Díaz! En mala hora me engendraste, en mala hora alcancé sacarte de las cadenas. Nunca fue hombre tan desgraciado como yo agora, pues que sois vos muerto y yo el Carpio tengo perdido, no se donde busque alegría mi amparo».
Cuenta Lope de Vega, que Bernardo mandó sacar a su madre Doña Jimena del monasterio donde se hallaba enclaustrada y en presencia de todos hizo dar la mano al conde muerto y volver a confirmar en publico su matrimonio, que antes había sido secreto y en adelante nadie pudiera llamarle hijo bastardo. Así fue la triste desgracia del ínclito héroe leonés Bernardo del Carpio, el que hizo proezas ingentes hasta lograr romper el juramento del rey, pero que no logró restar ni una hora a la eterna desgracia que su nacimiento habría traído para sus padres. ... (ver texto completo)
Dice la leyenda que el rey quedó atemorizado, que olvidó el juramento que había hecho de no dar libertad al conde, pero ahora se lo ofrece a Bernardo a cambio de las llaves del castillo del Carpio.
El Carpio es hoy una pequeña aldea a cinco kilómetros de Alba de Tormes. Hay un altozano que llaman La Mesa del Carpio y enfrente, al otro lado del pueblo otro altozano donde estuvo asentado el castillo de Bernardo, hoy en ruinas.
Bernardo se siente alegre, pone las llaves en manos del rey y el monarca envía al conde Teobalte para que saque del castillo torreado de Luna a Sancho Díaz; pero cuando llega Teobalte a León había tres días que el conde don Sancho había muerto en el castillo, «por el dolor de sus fuertes prisiones».
El rey se asusta; no sabe como remediar la tragedia y manda que metan en un baño de agua caliente el cuerpo del infortunado para ablandarlo y poniéndole ricas vestiduras lo sienta en silla de marfil y lo lleva al palacio de Zamora. Con ello cree cumplir la palabra de rey.
Bernardo, acompañado de Alfonso, entra en la sala; va a besar la mano de su padre y la halla yerta y fría, mira su rostro y encuentra su faz cadavérica y prorrumpe en fuertes lamentos:
« ¡Ay, conde Sancho Díaz! En mala hora me engendraste, en mala hora alcancé sacarte de las cadenas. Nunca fue hombre tan desgraciado como yo agora, pues que sois vos muerto y yo el Carpio tengo perdido, no se donde busque alegría mi amparo».
Cuenta Lope de Vega, que Bernardo mandó sacar a su madre Doña Jimena del monasterio donde se hallaba enclaustrada y en presencia de todos hizo dar la mano al conde muerto y volver a confirmar en publico su matrimonio, que antes había sido secreto y en adelante nadie pudiera llamarle hijo bastardo. Así fue la triste desgracia del ínclito héroe leonés Bernardo del Carpio, el que hizo proezas ingentes hasta lograr romper el juramento del rey, pero que no logró restar ni una hora a la eterna desgracia que su nacimiento habría traído para sus padres. ... (ver texto completo)