En la riega y en la collada se hablaba tal de Maruca, que las rapazas todas, heridas del desvío de su cortejo, deseábanla un galán que apartara con su querer aquel recuerdo de la cantinela de los otros galanes. Parlaban ellos de lo mismo en toda estaba, y si andaban en el hato o en la robleda, terqueando por verla siempre que el cuido de la hacienda les dejaba libres. Pero Maruca tenía otro enseño, que sólo el camino de la fuente i el trajin del cernidor sacábala del su retiro, donde no podían malvarla ... (ver texto completo)
Y ahora seguimos con el cuento, donde lo dejamos...
Temida andaba la moza con aquel pasmarse todos de verla cuando el aquél de verla pintaba. Esto era en días del Señor, o de venir danzantes, o si se escuchaba aende, por la canícula, tornando al lugar. el son de las riberiegas, llevado por el pandero. Estoy por deciros que de todas las bocas salían las mismas alabanzas: << ¡Es Mariuca! ¡Mariuca! ¡La hija del linero! ¿No sabéis? ¡Mariuca!>> con decir su nombre se había emponderado lo mejor del mundo. Como en Zaguán de ostal la gañanía, juntábanse los mozos en su redor, por decirla finezas y ayes. Y siempre, siempre pintaba a todos el parlar de su cariño a la forastera, lo mismo que el contrubar a la gloria de aquella flor gustábale a algún rapagón amorado ya, o el comento de la ausente era la gula de todos los labios en las hiladas de aquel entonces, desde que escomenzaba la vela el encordar la noche de Difuntos. ... (ver texto completo)
Temida andaba la moza con aquel pasmarse todos de verla cuando el aquél de verla pintaba. Esto era en días del Señor, o de venir danzantes, o si se escuchaba aende, por la canícula, tornando al lugar. el son de las riberiegas, llevado por el pandero. Estoy por deciros que de todas las bocas salían las mismas alabanzas: << ¡Es Mariuca! ¡Mariuca! ¡La hija del linero! ¿No sabéis? ¡Mariuca!>> con decir su nombre se había emponderado lo mejor del mundo. Como en Zaguán de ostal la gañanía, juntábanse los mozos en su redor, por decirla finezas y ayes. Y siempre, siempre pintaba a todos el parlar de su cariño a la forastera, lo mismo que el contrubar a la gloria de aquella flor gustábale a algún rapagón amorado ya, o el comento de la ausente era la gula de todos los labios en las hiladas de aquel entonces, desde que escomenzaba la vela el encordar la noche de Difuntos. ... (ver texto completo)