Voy a aprovechar, un retao que tengo, para continuar con el cuento: LOS CHICOS
El primer día que aparecieron los chicos de las chabolas, en tropel, con su nube de polvo, Efrén se sorprendió de que echáranos a correr y saltáramos el muro en busca de refugio.
-Sois cobardes- nos dijo-. ¡Esos son pequeños!
No hubo forma de convencerle de que eran otra cosa: de que eran algo así como el espíritu del mal.
-Bobadas -dijo. Y sonrió de una manera torcida y particular que nos llenó de admiración.
El primer día que aparecieron los chicos de las chabolas, en tropel, con su nube de polvo, Efrén se sorprendió de que echáranos a correr y saltáramos el muro en busca de refugio.
-Sois cobardes- nos dijo-. ¡Esos son pequeños!
No hubo forma de convencerle de que eran otra cosa: de que eran algo así como el espíritu del mal.
-Bobadas -dijo. Y sonrió de una manera torcida y particular que nos llenó de admiración.
Al día siguiente, cuando la hora de la siesta, Efrén se escondió entre los juncos del río. Nosotros esperábamos, ocultos detrás del muro, con el corazón en la garganta. Algo había en el aire que nos llenaba de pavor. (Recuerdo que yo mordía la cadenilla de la medalla y que sentía en el paladar un gusto de matal raramente frío. Y se oía como crujiente de las cigarras entre la hierba del prado). Echados en el suelo, el corazón nos golpeba contra la tierra.