Creció el espanto, al menos, cuando a los pocos segundos rodó sobre las cabezas de los asustados campesinos un trueno formidable. Fué un trueno prolongado que hizo retemblar la llanura. La nube, como atraíada por la campana, dió el último avance, colmó el espacio, borró todo horizonte y, cual si deseara oprimir a la tierra con su negrura letal, pareció adherirse al suleo para infundirle sus estertores, que revelaron de pronto la existencia de ignoradas inmensidades, puestas ahora ante los ojos dilatados ... (ver texto completo)
A creencia tan firme había contribuído en mucho, si no en todo, la circunstancia importantísima de que, en los cinco lustros que hubo de durar el sagrado misterio del anterior párroco, jamás nube alguna produjo en los campos daños de consideración, ni mucho menos recordaba nadie que se hubiesen perdido las cosechas. Aquel ministro del altar, chapado a la antigua. prototipo de curas reales, había acudido siempre, con la diligencia que permitían sus crasitudes, a desafiar con los Evangelios en la mano la amenaza fatídica de cuantas nubes hubieron de asomar su hosco ceño por el borde del horizonte que enmarcaba aquellos contornos. Y tal eficacia ponía en sus conjuros, tal era el éxito que alcanzaban los exorcismos del buen sacerdote, que una fe ciega, fe campesina, fué siempre la que habían depositado todos sus feligreses en aquel hombre rudo, abotagado rostro, pero excelente fondo de hombre de bien, creyente a puño cerrado y persona de sencillísimas costumbres. Hasta se había dado la circunstancia de sobrevenir la tormenta en ocasión de estar ausente el cura, por hallarse en algún pueblo limítrofe, y volar allá, en busca suya, reventando caballos, dos o tres vecinos comisionados por toda la feligresía para hacerle venir, con el mayor apremio, en defensa de los campos amagados por la pavorosa tempestad. ... (ver texto completo)