Por eso extraño el rugido del mar, por más que miro por esta ventana, apenas puedo distinguir un breve espacio de rio color marrón. Pareciera que cada tarde que paso sentada frente a la ventana de mi cuarto el río está más lejos y mi añoranza más cerca. ¿Moriré pronto? Ya no puedo mantenerme despierta todo el día y en esa duermevela vuelvo a verme joven, fuerte.
Yo tenía el don del canto, aunque creo que todavía no lo he perdido del todo, y en la iglesia de
Santa María de las Arenas era la favorita
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