Consternado se fué a su casa el tío Varisto. No cabía duda; la desgracia era cierta, quizás irremediable. Así lo entendían aquellos campesinos vilmente defraudados. Y ¿qué hacer? Trataron de reunirse todos para ir a visitar al autor de tal perfidia, pero D. Jerónimo les hizo saber de nuevo que sólo les recibiría separadamente y que, si se trataba de la cuestión del foro, excusaban la molestia, pues había dicho ya su última palabra y los tribunales resolverían lo procedente. Vista la actitud del cacique, ... (ver texto completo)
El tío Varisto era, con seguridad, de los colonos más míseros que había en el pueblo. Las menguadas fincas foreras que le pertenecían y cuatro terrones casi exahustos de toda fertilidad que había recibido de su mujer, por lote en la herencia de los padres, junto con la pobre choza en que vivían, eran su única fortuna en cuanto a bienes inmuebles, constituyendo los muebles el triste ajuar de un más triste labrador, acosado por deudas y contribuciones, y una flácida yunta que se tenía en pie, cuando ... (ver texto completo)