"Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

¡Vaya con la coz que me ha dado el burrito que me he olvidado de el! ¡jijauu, jijauuu, jijauuu!
Foto enviada por Coral



Y ya que nos hemos puesto con las mascotas.... vamos con las presentaciones de otras muy queridas.

Empezamos con "Lucerito"
Y Ahora como no todo van a ser cosas serias... Por gentileza de su autor Juan Morla (el de los castañales) en tres partes, os vengo a contar la historia de "Lucerito"

III parte
Tras un buen rato meditando...
—Yo creo, dijo José Ángel, que a lo mejor entre todos somos capaces de levantarlo y llevarlo en brazos.
Lupina intentó ahogar una carcajada que salió amortiguada.
— ¿Cómo?, preguntó Toño, ¿a la silla la reina?
Las carcajadas de Lupina resonaron por toda la Vega.
— Pero cómo vamos a ... (ver texto completo)
Este animalito, al que se le nombra de forma injusta, bien merece algo mas que un rebuzno... como aquel que siendo niño, troteando un día tras de una burra, no hubo forma de detenerlo, mientras que con gran habilidad se desprendía de su carga, corriendo tras de una burrita. A la burrita la podríamos llamar:

LA BURRITA PICARONA.

Se cuenta que en un pueblo
naciera un día
una burrita simpatica
y presumida...
Y que creció y creciendo
se hizo bonita.
Nació un poquito coja
y se quedó chica
como lo era su dueña
la "tía" María...
también "tirá paalante"
y con alegría.

Y vereís: el tío perico,
el hombre, tenía
un burro muy travieso:
sus travesuras
aún las cuentan los mozos
en nuestros días...
historias de Períco
y de la María
corriendo cuesta abajo
y cuesta arriba.

Esto fue un día
en que busco en la fuente
agua fresquita
y el burro muy tunante
vió a la burrita,
y! hala! Tiró "palante"
saltó sobre la burra
con tal soltura,
que hasta los cuatro cántaros
se hicieron trizas.

! Que gritos el Perico!
! Que enfado la María!...
! Que juerga en los chicos!
! Como rió todo el pueblo
cuando el burro lucía
cuatro hermosas patas
y una chiquita.
libertad ... (ver texto completo)
I PARTE DE LUCERITO

BUENO, BUENO. Estoy perplejo, apabullado y “pasmao”.
Veo que ninguno de los protagonistas de la historia de nuestra mascota (el burro de Teresa) dice esta boca es mía, y que incluso el Presi trata de pasar de puntillas sobre este turbio asunto y con un simple “nos lo bajaron los de Transporte Omaña” pretende soslayar el tema.
Pero la verdad siempre sale a relucir y al final todo se sabe. Y yo me he enterado de todo y os diré que la historia del Coche de Línea no fue una invención: Fue cierta.
Si estáis interesados en saber lo que realmente pasó acercaros aquí al fuego y el último que cierre la puerta que hay corriente.
Pero ¡ojo!, que yo no estaba allí, que yo hablo de oídas, porque uno de sus protagonistas, del que no puedo desvelar aquí su nombre (al parecer hicieron un pacto de silencio), ha sido quien me ha contado los hechos y yo voy a ser fiel al ese relato.
Según me contó, todo comenzó después de cerrar el trato con un gitano de las Ventas. Como ya era cerca de las dos de la tarde, nuestros amigos convencieron a Lupina, que era la del dinero, para irse todos a comer y celebrar el negocio cargando el coste de la comida a la cuenta del animal. Así que todos juntos se fueron a la plaza de Riello y en el bar que esta allá abajo, en la esquina, pidieron el menú del día y después, contagiados del ambiente feriante, finalizaron la comida con café, copa y farias. Incluso Lupina, que nunca bebe alcohol, se animó a pedir un chupito de orujo de hierbas. Ya sabéis lo que les pasa a las personas que no están acostumbradas a beber, que al primer sorbo notan una flojera en brazos y piernas, una desgana, una galbana que les imposibilita moverse y mucho menos darse una caminata desde Riello a Canales a las 3 de la tarde con el sol en pleno apogeo. No creáis que los chicos estaban en mejor situación que ella. Mientras trataban de encontrar la manera de llegar con el burro a Canales con el menor esfuerzo, llegó el Coche de Línea, (conducido por Emiliano el de Barrios, que habitualmente hacia la línea León—Caboalles por Babia, que ese día, para su desgracia, había cambiado la ruta con el compañero que la hacia por Omaña) que transportaba en ese momento 8 viajeros: 4 de Murias, 3 de Vegarienza y uno de Guisatecha y paraban un momento a tomar un café y cargar otros dos pasajeros de Riello. Hete aquí, que a la vista de la penosa situación en la que se encontraban, se le ocurre al mi José Ángel la genial idea de que entre todos podían tapar al pobre Lucerito y meterlo en el Coche de Línea sin que se diera cuenta el conductor. Parecioles bien a todos y unos fueron a recolectar zanahorias a un huerto cercano, otros a recoger el pollino y José Ángel se llegó a un tendal a mangar un trapo blanco, (lo más adecuado que encontró fueron unas gigantescas bragas), con las que camuflar las orejas del asno. Y mientras los viajeros subían y ocupaban los primeros asientos y Juan distraía a Emiliano comprando los billetes para los “siete” amigos, José Ángel y Toño en la puerta de atrás empujaban el burro por las posaderas; el otro Toño y Luis Ángel, desde dentro, tiraban de él por las orejas y Lupina lo tentaba con un manojo de zanahorias, intentando apagar un ataque de risa; dado que al burro lo habían tenido los gitanos sin comer desde el día anterior, no les fue muy difícil ... (ver texto completo)
II PARTE DE LUCERITO

convencerlo y subirlo a la parte trasera del autobús.
Afortunadamente ni el conductor ni ninguno de los pasajeros se dieron cuenta. Tras arrancar el coche no hubo ningún incidente hasta que llegaron a Soto y Amio. Allí, cuando Emiliano paró a recoger a dos vecinos más del pueblo y a un sobrino de Ferreras que iba a León porque al día siguiente empezaba a trabajar en una empresa de la capital, no sé si porque se habían acabado ya las zanahorias o porque se había mareado después ... (ver texto completo)
Y Ahora como no todo van a ser cosas serias... Por gentileza de su autor Juan Morla (el de los castañales) en tres partes, os vengo a contar la historia de "Lucerito"

III parte
Tras un buen rato meditando...
—Yo creo, dijo José Ángel, que a lo mejor entre todos somos capaces de levantarlo y llevarlo en brazos.
Lupina intentó ahogar una carcajada que salió amortiguada.
— ¿Cómo?, preguntó Toño, ¿a la silla la reina?
Las carcajadas de Lupina resonaron por toda la Vega.
— Pero cómo vamos a llevarle así si no podemos darnos las manos por debajo del burro, contestó Luis Ángel.
— Calla, calla, que no es tan mala idea, interviene el otro Toño. ¿Y si con dos estacas probamos a hacer unas andas para transportar a hombros al burro? ¿Quién dijo que cinco tíos de Canales, que cinco Canalones, no iban a poder con medio burro?
Mientras Lupina se sujetaba el vientre desternillándose de risa, ellos, como locos se pusieron a buscar dos gruesas ramas y una vez localizadas y escogidas las más adecuadas, juntaron los cintos de sus pantalones e hicieron una especie de camilla que seguro que bien podría resistir el peso del jumento.
No me preguntéis cómo pudieron colocar al burro sobre las andas y como pudieron subirlo al hombro a la de tres. He intentado que Lupina me lo describiera, pero las lágrimas de risa que en aquel momento le saltaban de los ojos, me decía, (al igual que las de ahora recordándolo), le impidieron ver con claridad cómo lo hicieron.
Pero lo consiguieron e iniciaron una extraña procesión por la orilla derecha de la carretera, a la altura de la Vega Grande, compuesta por cinco chavales: dos delante, encabezando la marcha —Luis Ángel y José Ángel— y tres detrás, —Juan, Toño y Toño—, vestidos de domingo, sujetando los pantalones con una mano, llevando a hombros sobre unas andas rudimentarias a un burro, quien, con unas enormes bragas blancas sobre su cabeza y sentado con aire majestuoso y sin inmutarse, contemplaba el paisaje, digno e indolente. Al final, cerrando la marcha iba Lupina que cada pocos metros, sin poder aguantarse, se espanzurriaba de risa.
Y tuvieron mucha suerte, porque cuando chorreones de sudor les corrían por la frente y las fuerzas les empezaban a fallar, acertó a pasar por allí el camión de Transportes Omaña, conducido por Avelino el de Senra y un sobrino de 17 años, hijo de su hermano Caco, que iba con él ayudándole en el reparto, que al doblar una curva se encontraron con aquella insólita procesión; sin dar crédito a lo que veían a punto estuvieron de atropellarlos.
Aunque Avelino pisó el freno a tiempo, fue inevitable que al oír el ruido del camión y los chirridos de los frenos los porteadores del burro se giraran para ver lo que se les venía encima y con esta maniobra no provocaron otra cosa que el que todos se vinieran al suelo, el burro por un lado, ellos por el otro, y Lupina detrás, en el suelo también, tronchándose de la risa.
Al final, tras contar a Avelino el porqué de esta extraña procesión, éste, apiadado del lamentable estado en que se encontraba la pandilla y pensando para sus adentros que todos los mozos de Canales deberían visitar al psiquiatra sin falta y cuanto antes, dejó que subieran todos a la caja del camión, burro incluido, y así llegaron a Canales en el camión de Transportes Omaña, en un corto viaje de apenas unos minutos, deprimidos, agotados, cariacontecidos y abatidos, bajo un silencio sepulcral, roto de vez en cuando por la risa que se le escapaba entre las manos, por más esfuerzos inútiles que hacía, a la buena de Lupina.
Ésta es la verdadera historia del burro de Teresa. Al menos así es como a mí me la han contado. ... (ver texto completo)
¡Vaya con la coz que me ha dado el burrito que me he olvidado de el! ¡jijauu, jijauuu, jijauuu! ¡Muhas Felicidaes Irene! (traducción simultánea)