Una tradición, ya desaparecida.... SIN EMBARGO ¡CUÁNTAS VECES VEIAMOS EN EL PUEBLO A LA, "Canales-La Magdalena" Un solo pueblo

Una tradición, ya desaparecida.... SIN EMBARGO ¡CUÁNTAS VECES VEIAMOS EN EL PUEBLO A LA GENTE VAREAR LA LANA...

CRÓNICA DE LEÓN:

SOCIEDAD / Viejos oficios

Del bien varear depende el mejor dormir

La vieja técnica de varear la lana para hacer los colchones ha desaparecido con la irrupción de modernos materiales

Toño Morala /Mansilla
Sin más… un amanecer allá por principios o mediados de verano, llegaba la madre a lahabitación, abría la ventana de par en par y te levantaba en volandas; los hermanos más pequeños se hacían los remolones, pero todos arriba y a pujar porlos colchones de lana para llevarlos al patio; allí ya había dispuesto todola madre para comenzar el rito de varear la lanay limpiarla. Para ello tenía un somier de aquellos de alambres de caracol para empezar a desmadejar a mano y que lo más gordo del polvo cayera al suelo.
En los pueblos lohacíansobre las costanas de los carros para la hierba y paja; eran de palera o balsa. Previamente había descosido la tela de rayas, o aquella otra adamascada con fondo azul o rojo; había quitado los atijos… unos veinte si eran los colchones de cama matrimonial, más o menos la mitad para el resto… y a lavarla. Se cambiaba la lana al suelo encima de una colcha vieja de las que se ponían debajo del colchón en la cama, y al soldurante unas horas; de vez en cuando se le daba la vuelta a la lana y se volvía a desmadejarlo más posible.
Después de la siesta, y con poca brisa, comenzaba el vareado de la lana con varas de avellano. Los niños y niñas no parábamos hasta que una madre decía aquello de…“ ¡A merendar!”; aquellas barras de pan largas y anchas daban para mucho; a unostocaba un trozo de tocino, a otros una loncha de mortadela, a otros aquella margarina… De vez en cuando había alguien que traía aquel chocolate para hacer, y nos daba un trozo muy pequeño. Las mujeres se ponían ropa vieja; un mandil, un pañuelo en la cabeza. “ ¡Madre… déjeme a mí la vara…!” empezaban los guajes a darle a la lana; cada varazo silbaba y cortaba el viento, hasta que te cansabas y era el abuelo o el padre que ya había venido de trabajar, el que terminaba la labor.
Así, a fuerza de varear y varear, la lana se iba haciendo cada vez más suave y esponjosa, el buen vareado hacía que la lana fuera soltándose y ahuecándose, caía lentamente sobre elmontón. Ya solo quedaba meter lalana en su funda y coser la tela; previo rellenadode un poco más de lana nueva. A veces le ponían imperdibles para ayudar mejor al cosido conlas agujas colchoneras; el siguiente paso era hacer coincidir los ojales dobles de laparte de arriba con los de abajo del colchón, y con la aguja larga pasar las cintas y hacer los balduques o lazos para que la lana se sujetara terciada por toda la base.
Había otra forma de coser los rebordes llamada a la inglesa, que consistía en coser con hilo de tricotón la tela y algo de lana y así quedaba la cama más vistosa después de hecha. El colchón había aumentado de volumen espectacularmente. Se acercaban las fiestas en los pueblos, y venían familiares y amigos a casa, se llegaba a dormir hasta cuatro o cinco críos en una misma cama, unos para los pies y otros para la cabecera…y se soñaba mejor con los colchones de lana recién vareados.
Pero también eran tiempos duros y la picaresca se sumaba a lasobrevivencia. Cuentan que en aquellos años la lana se pagaba muy bien y algunos iban a las pensiones de las ciudades con un gran maletón lleno de borra (sucedáneo vegetal de la lana), dormían una sola noche, y en el transcurso de la misma, descosían por una esquina los buenos colchones y cambiaban la lana por la borra; volvían a coser la esquina, y salían a la mañana siguiente tan campantes con el maletón lleno de buena lana.
También existían talleres de colchonería en los barrios, su trabajo consistía en hacer los colchones para la gente más pudiente; iba un mozo con un carro de mano inmenso recogiendo por las casas los colchones de lana, los llevaba al taller y allí los dejaban como la seda. El colchón camero costaba 5 pesetas, a la inglesa grande 6 pesetas, más 0,25 centimos por la desinfección. Con el tiempo, apareció la voz del “Colchonero laneroooooo” “Compro colchones de lanaaaa”, “Cambio colchón de lana por uno de espuma”, iba por las calles con su furgoneta y se llevó aquel colchón, el de lana, con todos nuestros sueños y el final de tantos y tantos cuentos.