LA LIEBRE
GESTOS:
ÁLVARO CABALLERO 10/06/2012
Manda Isabel Carrasco a los representantes del
PP leonés que se pongan al frente de los
mineros. Nunca ha sido tan acertada una metáfora
política. No se sabe bien aún si es para encabezar el pelotón de fusilamiento, pero mejor que vayan por delante para cuando tengan que correr, para cuando se acabe la feria de las vanidades que hace coro al estampido de la pólvora de las protestas de la
minería. El escenario de gestos inútiles, gratuitos, falsos y cobardes que construyen la coartada de quienes saben que, cuando saquen al canario de la bocamina, no les quedará oxígeno a las cuencas leonesas.
No hay nada más falso que un
político que intenta decir la verdad. Sobran los ejemplos en apenas una semana. El diputado Eduardo Fernández asegura que no reconoce su partido, como si el PP hubiera nacido del
sindicato Solidaridad de Lech Walesa, pero no tiene intención de salir de su seno, que todo es acostumbrarse, a razón de casi 5.000 euros al mes por fingirse extraño un rato. Aparece Juan Morano en las ondas, antes de tomar el vermú en La Solera, para retar a la mayoría a que votará en conciencia, como cuando iba en contra de la
guerra de Irak y sólo le faltó poner los pies encima de la mesa en la
foto de las Azores. Se desata Pedro Muñoz, para llamar al ministro de Industria tonto del culo y luego le escribe una carta de admiración como si fuera Elena Francis, que ya se sabe que el
Gobierno es bueno por naturaleza, como el salvaje de Rousseau, pero el mercado es una selva...
Salta a las portadas nacionales el
socialista Ibán García del Blanco para intentar entregarle a Rajoy un casco de
minero, camuflado dentro de una bolsa de Mango, valiente como cuando prometió enfrentarse a Zapatero para defender el polvorín de Cuadros y terminó de senador en Cortes por su pacifismo. Si llega a conocer el presidente del Gobierno del PP sus logros como secretario de Organización de los
socialistas leoneses, en vez de preguntar quién es le entrega una secretaría de Estado, que hay que ser agradecido. Con estas ayudas como rémora se encomiendan los mineros leoneses todas las mañanas a la guerra de guerrillas en carreteras y vías, en los pueblos donde hierve el aceite en las cocinas por si hace falta, en los pozos donde enseñan al pueblo los mineros leoneses, avanzadilla de una revuelta general, que la dignidad no es un gesto. Se trata de una actitud.