JURA DE CARGO
Juan Luis Galán Olmedo

<< Ganado errante. Cabezas en una gran masa incorpórea avanzando hacía un rumbo desconocido.

Era lo que pensaba al verles comenzar la andadura. Soy el único que marca su destino, sólo obedecen las órdenes y deseos de mis palabras; en realidad, sólo obedecen a las acciones de los que me acompañan y ayudan en la labor. Buenos compañeros de fatigas.

Hace años que me acostumbré a esta vida, días a paso lento, tedioso y aburrido. Cada año era más duro.

Recuerdo la ilusión de la primera vez.

La rutina era siempre la misma. A la madrugada levantaba aviso. Como si de un despertador se tratara comenzaban a levantar. Escuchaba el sonido de los lamentos debido a las tempranas horas. Cada una en su mundo y todas sabiendo a la perfección su cometido. Ya había dado orden de que aprendieran, el miedo era un buen estímulo.

Órdenes, órdenes y más órdenes. Los guardianes haciendo su trabajo, yo controlando que todos están donde tienen que estar. No hay que perder ninguna cabeza antes de tiempo. Todos borregos en una misma dirección. >>

¡Padre! – Escuché de repente, saliendo de mis pensamientos.
¡¿Qué pasa?! ¡No ves que estoy descansando!
Deje de pensar, que las ovejas comenzaron la marcha y ya sabe usted que cuando empiezan.
¡Malditos animales! – Dije mientras me levantaba del suelo. Cada vez me costaba más ese simple gesto.

Silbé e inmediatamente los perros comenzaron su labor, eran obedientes y precisos en su tarea, buena instrucción recibieron; rápidamente fueron reuniendo al rebaño y una vez que todas estuvieron controladas, continuamos la marcha. Por suerte ya quedaba poco para alcanzar el destino. El recorrido del tramo leonés había sido lento, imagino que mis ganas influyeron en ello. Ver a mi hijo disfrutar del trazado de la cañada real no sé si me reconforta, dura vida le espera si continua mis pasos; aunque la lección espero que le sirva. Espero que encuentre disfrute en sus libros. Ya queda menos, Valderrueda ya esta cerca.

- ¡Zagal! Aprende a dirigir al rebaño.
- ¡Para qué padre! ¡Sabe que en dos semanas vuelvo a la ciudad!
- ¡Te vendrá bien en el futuro, cuando seas importante!
- ¡Siempre igual, usted! ¡Nunca le entiendo!
<<Tranquilo, ya lo entenderás>> pensé mientras continuamos la marcha hasta completar la jornada.

20 años más tarde.

Señor Presidente, ¿En qué o quién pensaba usted mientras juraba el cargo?
Sin lugar a dudas, en mi padre <<Ahora te entiendo, padre>>. Los momentos que pasé con él y todo aquello que me enseñó.