La obligación de la
familia acogedora era prepararle la cena y proporcionarle un espacio para dormir. Así pues tenían que migarle unas sopas de ajo con el pan que él mismo traía, sazonárselas y ponérselas a la mesa, habitualmente antes de que cenara la familia.. Pero si el pobre tenía buena pinta y los dueños de la casa eran muy buena gente, podía ser invitado a la cena
familiar.
En tiempo de
verano solían dormir en el portal, en
invierno se les dejaba ir al pajar para que estuvieran a cobijo. Al día siguiente, después de almorzar unas sopas de ajo, devolvían el palo al Presidente y continuaban su ruta. Si al medio día aún se encontraban en el pueblo, el mismo vecino que le había acogido por la noche le sacaba al portal una escudilla de garbanzos y sopa de pan, acompañada de un trozo de tocino y otro de morcilla.