21 de septiembre DÍA MUNDIAL DEL ALZHEIMER
CARTA A ELVIRA (Autor José María Gómez de la Torre)
Querida Elvira:
Ésta es la primera carta que te escribo. También será la última. Nunca antes tuve necesidad de escribirte ninguna. ¿Para qué, si siempre has estado a mi lado? Pero ahora sé que debo hacerlo.
La escribo para que la encuentres algún día al revolver entre los papeles viejos y puedas leerla cuando yo ya no sea quien soy.
La escribo porque me doy cuenta de que mi memoria se debilita, de que a veces camino por la casa y no recuerdo lo que me proponía hacer; de que busco durante horas las llaves que resultan estar en mi bolsillo; de que olvido dónde he dejado las gafas y cuando por fin doy con ellas no encuentro el
libro que quería
leer.
He empezado olvidando cosas sin importancia, pero no tengo duda de que el proceso es irreversible; que antes o después, en un tiempo no muy lejano, se borrarán de mi mente cosas más trascendentes; y, aunque me da miedo y pena, no quiero cerrar los ojos a la realidad y sé que llegará el día en el que me cueste recordar tu nombre y que más tarde olvidaré tu rostro y después no sabré quién eres ni quiénes fuimos.
Compruebo que el deterioro es lento; hay días buenos, que me parecen normales; días en los que sólo olvido mis temores. Y quisiera aferrarme a ellos para convencerme de que mis despistes son solo fruto de distracciones que se pueden corregir poniendo un poco de atención. Pero sé que no es así; soy consciente de que antes o después me veré envuelto en la penumbra, en una bruma que no me dejará mirar atrás, que esconderá el pasado y el presente, los momentos buenos y los malos, que
ocultará mis sentimientos y hasta mis sueños.
Por eso escribo esta carta, para decirte, antes de que el olvido lo borre de mi mente, lo que pocas veces te dije, porque daba por supuesto que no era necesario hacerlo o porque me daba un no sé qué decir lo que me parecían cursiladas impropias de adultos que han compartido su vida durante tantos años.
Sé que tenía que haberte dicho más veces que te amaba; que, a pesar de los inevitables cambios que fue produciendo el tiempo, tu cuerpo me seguía fascinando como en los momentos apasionados de la juventud; que siempre que te miraba deseaba el contacto de tus labios en los míos, estrechar tu pecho contra el mío, sentir la caricia de tus manos; que a pesar de los años transcurridos, nunca se extinguió la pasión que despertabas en mí, pues, aun encerrado en un cuerpo viejo, siempre es joven el corazón que ama.
Cuando leas estas líneas serás una extraña para mí. Perdona que a cada paso pregunte quién eres y cómo te llamas. Perdona que yo no sea yo. Pero sobre todo perdona que una vergüenza tonta que fui incapaz de vencer no me dejara decirte, cuando pude, lo mucho que te amaba.
Ahora, que aún estoy a tiempo y puedo, lo voy a escribir para que quede constancia para siempre: te quiero.