En el tortuoso y singular peregrinaje de las ánimas que acompañan a nuestro raído curilla también me hacen recordar los deberes de adolescente con aquellos textos de Wenceslao Fernández Flórez que leí de niña "El bosque animado" y bandido Fendetestas, nuestro protagonista Don Manuel detrás del zapatero cotilla, el chaval desencantado, la señorita inconformista de su destino, o aquella retahíla de almas en pena que hacen el
camino de Santiago a través de bosques solitarios e inanimados que con su lento caminar van buscando el descanso y la aceptación de su eterno destino sin relojes, "Señor cura, en la eternidad no hay relojes. Una vez dentro no hay pasado ni hay futuro. Todo es el presente..."