En el año 900, muere el obispo de
León, Vicente, y el pueblo pide al rey Alfonso III que sea Froilán el nuevo obispo, a la vez que Atilano es nombrado obispo de
Zamora en el día de Pentecostés. Los ceremoniales fueron presenciados por el rey y toda la corte del momento, lo que da una idea de la importancia de la figura de San Froilán en la época. Cinco años después muere en León, el 5 de Octubre, y es enterrado en la Catedral o antigua iglesia de
Santa María, en un suntuoso sepulcro construido para sí por Alfonso III. Las crónicas cuentan que “ los devotos vecinos de León lloraron amargamente la falta de su Santo pastor Froilán…”.