Tras la
Guerra Civil, en 1936, Octavio Carballo lo vendió a varias
familias, hasta que en 1977, cuando el futuro inmediato del conjunto monumental era formar parte de una urbanización de lujo en
Madrid, lo compró Fernando Geijo, que inició una remodelación total, sin ningún tipo de subvención, que le llevó a conseguir ser declarado, en 1980, monumento nacional, y a obtener el Premio Europa Nostra. En 1997, comenzaron las conversaciones con la
Junta de Castilla y León. Finalmente, en 1999 se cerró la operación por la que Fernando Giejo recibió 80 millones de pesetas, por las edificaciones, mientras que cedió gratuitamente la portada, la muralla y el patio de armas, así como los cientos de bienes (muebles, cuadros, relojes y las esculturas de la capilla) que poblaban el palacio. Después de casi diez años cerrado, la Junta lo restauró para albergar la casa del parque de Babia y
Luna.