Pero, por desgracia, el mismo había despertado, sin quererlo, el afán de broma de algunos de sus visitantes y uno de ellos, con los ojos relucientes de maligna alegría, le dijo a poco y como sin dar mayor importancia al asunto:
-Con el que si debe usted tener cuidado es con el oso.
- ¿Pues?
-Porque en estas montañas los hay, y cuando se alzan de patas, alcanzan los tres metros y tienen fuerza sobrada para tirar esa puerta.
Y señalaba a la principal de la ermita que, como es lógico, era mucho más grande, fuerte y maciza que la que daba acceso a la sacristía.
Y, para animar al escamado artista, le contó enseguida como en el verano pasado, y cerca de Escaro, había aparecido un borrico con los cuartos traseros medio arrancados por el zarpazo de una de aquellas fieras y que, tres veranos antes, una osa que caminaba con su esbardo corrió por todo el valle de Llavarís al guarda forestal, que había cometido la imprudencia de acercarse demasiado al osezno.
-Con el que si debe usted tener cuidado es con el oso.
- ¿Pues?
-Porque en estas montañas los hay, y cuando se alzan de patas, alcanzan los tres metros y tienen fuerza sobrada para tirar esa puerta.
Y señalaba a la principal de la ermita que, como es lógico, era mucho más grande, fuerte y maciza que la que daba acceso a la sacristía.
Y, para animar al escamado artista, le contó enseguida como en el verano pasado, y cerca de Escaro, había aparecido un borrico con los cuartos traseros medio arrancados por el zarpazo de una de aquellas fieras y que, tres veranos antes, una osa que caminaba con su esbardo corrió por todo el valle de Llavarís al guarda forestal, que había cometido la imprudencia de acercarse demasiado al osezno.