Menos mal que dio con ellas un conocido descuidero que se apresuró a devolverlas en Comisaría con una honrada reacción que ha de admirar a quienes, por su juventud, no sepan de aquellas relaciones extrañas que unían por entonces, en las ciudades pequeñas, a policías y maleantes; relaciones de las que no estaba ausente cierta cordialidad y que recordaban bastante a un amor reñido.
Pero tan feliz recuperación no dejó de acarrear algún quebranto al prestigio profesional del afortunado, pues por ella trascendió la noticia de la pérdida y de las circunstancias y el lugar en que había sucedido y las zumbas que cayeron sobre nuestro héroe no son para dichas.