Efrén nos miró.
-Vamos -dijo-. Este ya tiene lo suyo.
Y le dió con el pie otra vez.
- ¡Lárgate, puerco! ¡Lárgate en seguida!.
Efrén se volvió, grande y pesado, despacioso, hacia la casa. Muy seguro de que le seguíamos.
-Vamos -dijo-. Este ya tiene lo suyo.
Y le dió con el pie otra vez.
- ¡Lárgate, puerco! ¡Lárgate en seguida!.
Efrén se volvió, grande y pesado, despacioso, hacia la casa. Muy seguro de que le seguíamos.