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CRONICA DE LEON:

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LOS INOLVIDABLES

La maestra leonesa que puso en marcha los ‘comedores para pobres’

Nacida en Renueva en 1874 fue la primera mujer inspectora de enseñanza y fundó en Asturias dos mutualidades

F. Fernández / Canales
El recuerdo de esta inolvidable de la comarca de Canales, La Magdalena... León viene inducido por el reportaje de las dos páginas anteriores. Pensar que una mujer como Faustina Álvarez pueda vivir un cierto olvido es un lujo que una provincia no debería permitirse pues esta maestra (que también fue la primera inspectora de enseñanza de España) tiene una de esas biografías que hacen sentirse orgulloso de ella a cualquiera.
Curiosamente en Asturias, donde ejerció bastantes años y nació su famoso hijo, el dramaturgo Alejandro Casona, es mucho más recordada y reconocida.
Nació en Renueva
Y precisamente desde Asturias llega un documento que desvela uno de los misterios de su vida, su lugar de nacimiento. Unas biografías, la mayoría, dicen que es Canales (La Magdalena), otras León y algunas Besullo. En una entrevista que recupera el escritor Gracia Noriega lo explica la propia Faustina Álvarez a la pregunta de si había nacido en Besullo. “No, ni en Cangas. Yo no soy asturiana. Nací en Renueva, en León, el 15 de febrero de 1874. Algunos me dan por nacida en Canales, pero no, soy de León, bautizada en San Juan de Renueva, filial de la parroquia de San Marcelo. Eso sí: pasé la mayor parte de mi infancia en Canales, en la casa llamada de los Balcones, cerca de la iglesia parroquial”.
La afición a la lectura de niña es una de las claves de su formación y de su personalidad. Una de sus nietas recordaba cómo le contaba la abuela este pasaje. “Se empeñó en leer y estudiar contra viento y marea, contra todas las creencias de la época para la mujer y llegaba a esconderse bajo las faldas de la mesa camilla para leer allí, contraviniendo la opinión de su madre, María, convencida de que el estudio era un menester poco digno para las mujeres”. Aunque la propia Faustina Álvarez matizaba en la citada entrevista que “en cambio, mi tía Carmen García me ayudó en lo que pudo, y como residía en la ciudad de León, yo vivía en su casa, sobre todo en épocas de exámenes. Al fin, recibí el título de maestra en 1894, con 20 años de edad cumplidos”.
Maestra en Olleros y Llanos
Su primer destino fue Olleros de Alba, después Llanos de Alba y el tercero, al casarse con un asturiano, ya fue en la citada localidad de Besullo, en el Principado. Un noviazgo curioso. “En Llanos compartía vivienda con otras dos maestras de pueblos de los alrededores. Una tarde estábamos las tres asomadas al balcón cuando vimos pasar a un joven apuesto, a quien acompañaba un mozo del pueblo con un caballo cargado con una maleta y libros. Como nos fijamos en los libros, le llamamos y le invitamos a chocolate. De este modo empecé mi noviazgo con Gabino Rodríguez Álvarez, asturiano de Besullo, que se incorporaba como maestro a Riello y que acababa de llegar en tren a La Robla”.
En Asturias alcanzó la madurez y puso en marcha iniciativas que delataban su fuerte compromiso social, con los niños y, sobre todo, con los pobres. Entre las novedosas iniciativas que abordó fue la creación de las dos primeras Mutualidades Escolares de Asturias (en colaboración con el maestro Artime) y las bautizadas como la Cantina Escolar y el Delantal.
Así explicaba ‘las cantinas’: “ ¿De que le sirve al niño pobre que le faciliten en la escuela de balde menaje e instrucción para su espíritu si no le suministran pan para su cuerpo? Las necesidades del estomago se imponen antes que las del cerebro y sería inútil y absurdo querer desarrollar una inteligencia precoz en un cuerpo raquítico y enfermo”.
También muy avanzadas a su tiempo fueron las mutualidades que puso en marcha. Los mutualistas pagaban una cuota de entrada de una peseta y 50 céntimos al mes. “Por un mes de enfermedad cobraba el mutualista 15 pesetas, lo aportado en cinco años, y desde los 65 años se cobraba la jubilación. Escribía la leonesa: “Debemos prevenirnos contra una vejez miserable que nos lleve a pedir limosna. Las mutualidades son buenas, en grado superlativo, por los medios que se valen y los fines que se proponen. La mejor razón de mi convencimiento es que tengo cinco hijos y son mutualistas todos”.