Diario de León:
CORNADA DE LOBO
La maestra
pedro TRAPIELLO 03/05/2012
Mueve a admiración y gratitud la estampa de no pocos maestros rurales en la historia de una tierra como esta, de antiguo tan maestrona. En muchísimos casos fueron dómines de sueldo escurrido, chalina parda, coderas zurcidas y potaje de monje. Con cuatro perras les pagaba el Estado o el concejo y no por ello dejó de haber heroicidad pedagógica en tantos casos... y también mucho maestescuela cabestro llegando solamente con la vara donde no le alcanzaba su ineptitud... pero a estos se les olvida.
Se propende siempre a evocar la figura del maestro. ¿Y la maestra? Aunque llegara a la palestra hace poco más de un siglo y en condiciones difíciles, controlada en su moralidad y discriminada en honorarios, también hubo maestras que dejaron escritas batallas ganadas, atrevimientos heroicos y ejemplos a seguir (tampoco se esconda en este caso el cupo de maestrinas castradoras con voz de corneja que arruinaron cualquier gana de saber).
¡Cómo no recordar a la inquieta Faustina Álvarez, la madre de Alejandro Casona, nacida en León y criada en Canales!... brava paisana y docente innovadora que ya en 1906 rompía la pana y vivió la educación como el único bagaje que redimiría a los peor tratados por una sociedad injusta.
La función de estas maestras no concluía con el timbre de la última clase. Viviendo en el pueblo, acababan conociendo a sus alumnos y su circunstancia como nunca se logra en escuelas de ciudad (me lo confirma Ana Valbuena, que nunca vivirá otro año más intenso que aquel de maestra en Valdeón o lo que ahora vive en Boñar sin que le apetezcan traslados... se aprende mucho en el pueblo y «quien conoce su aldea, conoce el universo», dijo Tolstoi).
Podría pensarse que este tiempo desdibujó a la maestra vocacional, la que va más allá del programa lectivo, la que enseña teatro o solfeo a los críos, la que trae, lleva, revuelve o consigue... y ahí está Leticia Rodríguez Gancedo que desde su escuela en Riello y con el trabajo de primor y conciencia que estimuló en su aula, ha logrado el premiazo nacional de Ecoembes. Y todo lo que tiene para ella de merecido reconocimiento a su labor, lo tiene para nosotros de esperanza en la escuela rural.
CORNADA DE LOBO
La maestra
pedro TRAPIELLO 03/05/2012
Mueve a admiración y gratitud la estampa de no pocos maestros rurales en la historia de una tierra como esta, de antiguo tan maestrona. En muchísimos casos fueron dómines de sueldo escurrido, chalina parda, coderas zurcidas y potaje de monje. Con cuatro perras les pagaba el Estado o el concejo y no por ello dejó de haber heroicidad pedagógica en tantos casos... y también mucho maestescuela cabestro llegando solamente con la vara donde no le alcanzaba su ineptitud... pero a estos se les olvida.
Se propende siempre a evocar la figura del maestro. ¿Y la maestra? Aunque llegara a la palestra hace poco más de un siglo y en condiciones difíciles, controlada en su moralidad y discriminada en honorarios, también hubo maestras que dejaron escritas batallas ganadas, atrevimientos heroicos y ejemplos a seguir (tampoco se esconda en este caso el cupo de maestrinas castradoras con voz de corneja que arruinaron cualquier gana de saber).
¡Cómo no recordar a la inquieta Faustina Álvarez, la madre de Alejandro Casona, nacida en León y criada en Canales!... brava paisana y docente innovadora que ya en 1906 rompía la pana y vivió la educación como el único bagaje que redimiría a los peor tratados por una sociedad injusta.
La función de estas maestras no concluía con el timbre de la última clase. Viviendo en el pueblo, acababan conociendo a sus alumnos y su circunstancia como nunca se logra en escuelas de ciudad (me lo confirma Ana Valbuena, que nunca vivirá otro año más intenso que aquel de maestra en Valdeón o lo que ahora vive en Boñar sin que le apetezcan traslados... se aprende mucho en el pueblo y «quien conoce su aldea, conoce el universo», dijo Tolstoi).
Podría pensarse que este tiempo desdibujó a la maestra vocacional, la que va más allá del programa lectivo, la que enseña teatro o solfeo a los críos, la que trae, lleva, revuelve o consigue... y ahí está Leticia Rodríguez Gancedo que desde su escuela en Riello y con el trabajo de primor y conciencia que estimuló en su aula, ha logrado el premiazo nacional de Ecoembes. Y todo lo que tiene para ella de merecido reconocimiento a su labor, lo tiene para nosotros de esperanza en la escuela rural.