Le llevó tiempo conquistar mi cuerpo, ahora puedo recordarlo con una sonrisa pero en ese entonces planeaba escaparme, mientras maldecía a mi padre por haberme obligado a que alguien a quien yo no amaba se adueñara de mí. Mi marido por poder fue el padre de mis hijos, pero nunca fue el dueño de mi corazón. ¡Qué lejos estaba entonces de saber qué era el amor!
Desde esta ventana vi entrar al negocio de mi marido a muchas mujeres, al principio fui indiferente a todo lo que pasaba en él, pero con el andar del tiempo, hasta que nació mi hijo, tomé la costumbre de bajar e instalarme detrás del mostrador. A la hora de cerrar mi marido siempre se demoraba en subir a la casa y yo, aunque venía de lejos y había cruzado medio mundo, era crédula e inocente. Al nacimiento de mi primer hijo le siguió a los diez meses la llegada de otro niño.
Ahora mismo miro por la ventana con la esperanza de verlos llegar a casa, pero hace mucho que se fueron de aquí, siguiendo locos pensamientos de libertad. Libertad es una hermosa palabra que para cada uno de nosotros tiene significado y valor diferente. Teniendo libre el alma y el pensamiento la libertad va con uno siempre. No hacía falta marcharse para ser libres. Pero ellos no lo entendieron así. Tampoco lo entendió la hija de mi amor, ella también partió tras los pasos de su propio hombre amado.
Otra vez se oye el rugido de los aviones, parece que rozaran las persianas de mi ventana. Ese mismo rugir sentí en mi pecho cuando abrí la puerta de mi casa el día que volvimos del cementerio donde enterramos a mi esposo. Aquí, en la sala, esta misma donde está mi ventana, había una mujer vestida de negro rodeada de cuatro chiquilines. ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Dejamos, acaso, las puertas abiertas? Imposible, yo misma había echado las llaves antes de subir al coche que nos llevaría al camposanto.
Desde esta ventana vi entrar al negocio de mi marido a muchas mujeres, al principio fui indiferente a todo lo que pasaba en él, pero con el andar del tiempo, hasta que nació mi hijo, tomé la costumbre de bajar e instalarme detrás del mostrador. A la hora de cerrar mi marido siempre se demoraba en subir a la casa y yo, aunque venía de lejos y había cruzado medio mundo, era crédula e inocente. Al nacimiento de mi primer hijo le siguió a los diez meses la llegada de otro niño.
Ahora mismo miro por la ventana con la esperanza de verlos llegar a casa, pero hace mucho que se fueron de aquí, siguiendo locos pensamientos de libertad. Libertad es una hermosa palabra que para cada uno de nosotros tiene significado y valor diferente. Teniendo libre el alma y el pensamiento la libertad va con uno siempre. No hacía falta marcharse para ser libres. Pero ellos no lo entendieron así. Tampoco lo entendió la hija de mi amor, ella también partió tras los pasos de su propio hombre amado.
Otra vez se oye el rugido de los aviones, parece que rozaran las persianas de mi ventana. Ese mismo rugir sentí en mi pecho cuando abrí la puerta de mi casa el día que volvimos del cementerio donde enterramos a mi esposo. Aquí, en la sala, esta misma donde está mi ventana, había una mujer vestida de negro rodeada de cuatro chiquilines. ¿Cómo llegó hasta aquí? ¿Dejamos, acaso, las puertas abiertas? Imposible, yo misma había echado las llaves antes de subir al coche que nos llevaría al camposanto.