El sucesor no era lo mismo: bien lo echaba de ver el...

El sucesor no era lo mismo: bien lo echaba de ver el pueblo. Aquel curita joven, de un carácter abierto y un criterio con vistas a la moderna, no era, ciertamente, lo que cuadraba a la firme piedad, a la invariable devoción que ardía como llama inextinguible en los recios pechos de sus fieles. A aquel hombre regocijado y decidor, al par que un canto humorista, no inspiraba le menor fe a su rebaño. Por eso, sobre se había de írsele a llamar o no, mediaron algunas vacilaciones, entre la muchedumbre congregada en la plaza del pueblo, antes que el primer trueno estallase; mas enseguida que el terror se apoderó de los ánimos, vosto el peligro inminente, toda indecisión fué vencida ya. Y a la rectoral se lanzó la multitud en busca del acarero presbítero.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Respondió a la agitación de los ánimos, la nube seguía desarrollando su furor con creciente brío. Cielo y tierra parecían estremecerse en el febril deseo de confundir sus estertores. El ambiente habíase teñido de un color que prestaba lividez a los semblantes, ya empalidecidos por el miedo. Arreciaba el fragor de la tormenta, y las voces humanas resonaban débiles bajo el estampido de los truenos que, retumbando en la altura, sucedíanse con más frecuencia, precedidos del intenso fulgurar de los relámpagos. Parecía venirse abajo el mundo, que el firmamento se rajaba por la mitad. Era preciso ganar hasta el momento más breve, pues veían echárseles encima toda la celeste cólera, e infundíales un invencible horror contemplar el lóbrego antro donde el rayo estaba forjándose. Por fin, al requerimeinto de los estrepitosos aldabonazos, se asomó a la ventana el cura. ... (ver texto completo)