Llamadas a la calma en el conflicto minero
08/07/2012
La Asociación Española de Guardias Civiles reclamaba ayer «calma» a los mineros y a los ciudadanos que participan en las protestas en las cuencas mineras como consecuencia del conflicto del carbón y advertía de que si los enfrentamientos continúan «habrá que lamentar desgracias». Lo hacía sobre todo al hilo del recrudecimiento de esos enfrentamientos en Asturias que se saldaron con varios heridos, entre ellos una mujer y su hija, ajenas en la terraza de su casa a la batalla que se libraba en la calle.
Esa llamada a la calma viene a coincidir con los mensajes lanzados en los últimos días por los sindicatos mineros, muy preocupados por la imagen que está trascendiendo al resto del país y que reduce el conflicto a un mero enfrenamiento entre mineros y policías, haciendo inútiles los tremendos sacrificios de quienes llevan 49 días encerrados en un pozo o 17 caminando hacia Madrid, ahora que la capital está prácticamente al alcance de la vista.
Llegados a este punto y desde la idea de que el conflicto es irreversible —«no se trata de dos meses de huelga, sino de una forma de vida», decía ayer un líder sindical—, la imagen que el sector debe hacer prevalecer es la de la Marcha Negra y la del minero recibido al paso de la caminata como un héroe que lucha por una causa justa. Y sobre todo la de la idea del «somos mineros, no terroristas». La violencia desmedida, los ataques a los derechos y a la integridad de los demás ciudadanos y las malas formas qui-
tan la razón a quien la tiene.
08/07/2012
La Asociación Española de Guardias Civiles reclamaba ayer «calma» a los mineros y a los ciudadanos que participan en las protestas en las cuencas mineras como consecuencia del conflicto del carbón y advertía de que si los enfrentamientos continúan «habrá que lamentar desgracias». Lo hacía sobre todo al hilo del recrudecimiento de esos enfrentamientos en Asturias que se saldaron con varios heridos, entre ellos una mujer y su hija, ajenas en la terraza de su casa a la batalla que se libraba en la calle.
Esa llamada a la calma viene a coincidir con los mensajes lanzados en los últimos días por los sindicatos mineros, muy preocupados por la imagen que está trascendiendo al resto del país y que reduce el conflicto a un mero enfrenamiento entre mineros y policías, haciendo inútiles los tremendos sacrificios de quienes llevan 49 días encerrados en un pozo o 17 caminando hacia Madrid, ahora que la capital está prácticamente al alcance de la vista.
Llegados a este punto y desde la idea de que el conflicto es irreversible —«no se trata de dos meses de huelga, sino de una forma de vida», decía ayer un líder sindical—, la imagen que el sector debe hacer prevalecer es la de la Marcha Negra y la del minero recibido al paso de la caminata como un héroe que lucha por una causa justa. Y sobre todo la de la idea del «somos mineros, no terroristas». La violencia desmedida, los ataques a los derechos y a la integridad de los demás ciudadanos y las malas formas qui-
tan la razón a quien la tiene.