¡Jo! No se si me estoy repitiendo..... Si es así, lo siento. Pero bueno por si acaso seguimos....
Ello no quitó que la niña supiera cómo andaba su fama, puesta en todo comento. Así daban por hecho las gentes, sólo de hacerlo ellas, lo que el galán no se atrevía a pedir, aunque el porfiar por que anduviese en lenguas a la sazón ya decía de suyo de cuanto pensaban todos tener que avergonzarse. Ello no quitó que la pobretica llorara por aquel su amor que en el corazón se había metido. Así que lo quería una costumbre, de entonces como de agora, en que sabéis vosotras, rapazas, que tan extraño el fino querer como aquí la moza lo era. Ello no quitó que Mariuca se mantuviese en no volver nunca al baile ni dejarse ver más del mozo. Así pobó acabar con el posible de toda plática, más que por terrecer quererle todavía, por haber de llamarse a engaño de él, al tanto de aquellos dichos.
Ello no quitó que la niña supiera cómo andaba su fama, puesta en todo comento. Así daban por hecho las gentes, sólo de hacerlo ellas, lo que el galán no se atrevía a pedir, aunque el porfiar por que anduviese en lenguas a la sazón ya decía de suyo de cuanto pensaban todos tener que avergonzarse. Ello no quitó que la pobretica llorara por aquel su amor que en el corazón se había metido. Así que lo quería una costumbre, de entonces como de agora, en que sabéis vosotras, rapazas, que tan extraño el fino querer como aquí la moza lo era. Ello no quitó que Mariuca se mantuviese en no volver nunca al baile ni dejarse ver más del mozo. Así pobó acabar con el posible de toda plática, más que por terrecer quererle todavía, por haber de llamarse a engaño de él, al tanto de aquellos dichos.
Pues como veo que estoy yo solita, voy a seguir coen el cuento.
Alocado andaba el galán con aquel morir de su primera alegría. Fuera tanto el suspirar por la ilusiñon en fuga, tal el poner su cuita en acechos y celadas a toda hora, que perdiera la color y rematara al fin con quedar sin ánima, de no hacerle fuerza el tener que valerse de la suya, cuando en la cortejada triste de cada noche iba abondando la pena, si había de sufrir otra compaña que la de su dolor, silencioso en el ínter, poniendo en el disimulo de su falencia el desengaño de los sus amores, y dejar que otros mozos contejasen a Mariuca, en el conque de que para todos cundiera el apego y el buen aquél de la niña: que ya en la ronda los mozos, con el arribo a la casa del tejedor y el sentir del remozón de una fineza, llevaban siempre el gusto en el desgañitarse con la misma copla:
<<Me gusta la miel que es dulce
y la rosa tempranera
y la cuba del buen vino
y la moza forastera.>>
Alocado andaba el galán con aquel morir de su primera alegría. Fuera tanto el suspirar por la ilusiñon en fuga, tal el poner su cuita en acechos y celadas a toda hora, que perdiera la color y rematara al fin con quedar sin ánima, de no hacerle fuerza el tener que valerse de la suya, cuando en la cortejada triste de cada noche iba abondando la pena, si había de sufrir otra compaña que la de su dolor, silencioso en el ínter, poniendo en el disimulo de su falencia el desengaño de los sus amores, y dejar que otros mozos contejasen a Mariuca, en el conque de que para todos cundiera el apego y el buen aquél de la niña: que ya en la ronda los mozos, con el arribo a la casa del tejedor y el sentir del remozón de una fineza, llevaban siempre el gusto en el desgañitarse con la misma copla:
<<Me gusta la miel que es dulce
y la rosa tempranera
y la cuba del buen vino
y la moza forastera.>>
Diz que más de una noche, con su padre a solas, díjole Mariuca:
-Acuéstate, padre.
-Deja que pase la ronda de los mozos.
-Es que más tarde vuelve a pasar.
- ¿También eso oiste?
Oir aquello era saber cómo la cortejada daba fin y remate, al usaje del país, con llena de estribillos y tonadas para despertar a las mozas que, esperando, se habían ya dormido.
-Acuéstate, padre.
-Deja que pase la ronda de los mozos.
-Es que más tarde vuelve a pasar.
- ¿También eso oiste?
Oir aquello era saber cómo la cortejada daba fin y remate, al usaje del país, con llena de estribillos y tonadas para despertar a las mozas que, esperando, se habían ya dormido.
Menos abondó el contento que antes la pena del mozo cuando un día pudo aínda platicar, junto al puente de la torga, con la zagala. Echóle en cara Mariuca aquel decir atento al su honor, la culpa de aquel llorar suyo, sin poderse valer para ocultárselo, y aquel morirse de andar en lenguas y la vergüenza de parecerse oir el su nombre en tonadas y cantares. Juraba y perjuraba el mozo que él nada hubiera dicho; que de todo era firme razón la costumbre, y ella sola bastaba; que, tal como no hubieran extrañado que así fuese, nadie podía creer que no fuera así, y más al tanto de que en todo creían hallar esa razón, con la vergüenza luego de haberse pasado la pobre niña por lo que vosotras rapazas, bien sabéis, sin atinar a hallar para su culpa fuero bastante en toda costumbre. Y tanto parló el mozo en aquel encuentro, que en él lloró la cuitada por una honra que no había perdido.
Yo agora, bien quisiera poder deciros que la triste niña no puso más su querer en aquel hombre ni en otro alguno. Por adivinar, si aún no lo saben, que no es así la historia de Mariuca, mirad qué a punto se han dormido las que a su cuenta tienen muchos más años que vosotras tenéis. Holgárame de contaros que, por haber querido a un hombre más que nunca una linda moza, de entonces fuera ella siempre venturada, y allí dieran fin su querer. Más si hubo días de garn ventura en ella, de completa alegría jamás les hubo. ¡Tanto llegó a querer la pobre novia! Que el mucho amar ¡cuán poca alegría nos trae! Y amó, amó mucho, amó al zagal de tal modo, que ¿hubiera de importarle ser tenida por lo que dejó de ser, habiendo pasado por lo que no fuera mucho antes de quererle así? A más, lindas mozas de agora, que hasta verse olvidada del su cortejo no echó de ver que ninguna amara como ella creyera, como pensó que ponían en su querer las demás lo que ella puso.
Buenas noches a tod@s amig@s del foro y paisan@s y vecin@s ce Canales-La Magdalena, y en especial a Toyo, Lolo y familia.
Voy a seguir con el cuento empezado, a ver si esta noche consigo ponerle fin....
Viéradesla llorar a la cuitada por el temor de morir después de sus sueños. mecidos en la esperanza de amor. Del morir de su ánima por la traición de aquel hombre malamente nacido, que llevaba la misma ponzoña que tantos otros desde el nacer, sintió Mariuca írsela la vida.
Sintió el sonrojo angustiado, la muerte del corazón, la falsía de hombre, más infame ya, por saber que las otras mujeres, las que después la julgaron tan liviana como ellas, no se entregaban así, como por cariño hiciera Mariuca; sintió la congoja de un padre que oía, y oía, y dudaba al oir y tembló con la duda, hasta que el oír le dejó yerto, porque ya no dudó; porque entonces ya, todo fué implorar la pobre moza, con la poca vida que la quedaba, no el miramiento del su infortunio, sí elperdón de aquel hombre, más culpable por no serlo él solo, más traicionero aún por ennartar a la inocencia al cbijo de un usaje que trajera a Mariuca la perdición.
Voy a seguir con el cuento empezado, a ver si esta noche consigo ponerle fin....
Viéradesla llorar a la cuitada por el temor de morir después de sus sueños. mecidos en la esperanza de amor. Del morir de su ánima por la traición de aquel hombre malamente nacido, que llevaba la misma ponzoña que tantos otros desde el nacer, sintió Mariuca írsela la vida.
Sintió el sonrojo angustiado, la muerte del corazón, la falsía de hombre, más infame ya, por saber que las otras mujeres, las que después la julgaron tan liviana como ellas, no se entregaban así, como por cariño hiciera Mariuca; sintió la congoja de un padre que oía, y oía, y dudaba al oir y tembló con la duda, hasta que el oír le dejó yerto, porque ya no dudó; porque entonces ya, todo fué implorar la pobre moza, con la poca vida que la quedaba, no el miramiento del su infortunio, sí elperdón de aquel hombre, más culpable por no serlo él solo, más traicionero aún por ennartar a la inocencia al cbijo de un usaje que trajera a Mariuca la perdición.
Bien hacéis en llorar vosotras. Ella, aun sintiendo írsela el vivir, temía no morir ya, muerta su ventura. Acaso éste fuera el único bien que su pena lograra, el de acabar con la vida. Y tan linda diz que estuviera entonces, con sus lágrimas, como antes con la gloria del su reir; que parecía tal una virgen la que moría por ya no serlo. Sus ojos, aquellos pedazos de cielo oscuro, soltaban sin espera el rocío que secara las rosas de otro tiempo, tan cercanas a la flor de su boca, al brote del su reir. Y su rostro, como la cera que ofrendan a la Virgen de Camino, no más hizo muestra que del dolor de verse la sin ventura sola cuando moría.
¡Llorar, hijucas, llorar! Sola murió, como nacen algunos lirios, quizás los más galanes, y de llorar tanto, como ellos mueren de acabárseles el agua. Y, si por no marchar en sangre aquel lirio su blancura, hizo al padre jurar que no mataría al hombre que así la engañara, y logró asegurarse que, en viendo muerta a la su hija, huyese de aquí, por cumplir aquel voto, no allegó a ver que el padre estimase en la falta suya el amor que la llevó a ella, lejos de liviandad; que sólo cuando se fué de la vida la pobre moza, víctima de aquella usanza, suplió el padre en lágrimas, sobre la muerte de la olvidada niña, lo que al morir la negó en perdón y consuelo.
¡Llorar, hijucas, llorar! Sola murió, como nacen algunos lirios, quizás los más galanes, y de llorar tanto, como ellos mueren de acabárseles el agua. Y, si por no marchar en sangre aquel lirio su blancura, hizo al padre jurar que no mataría al hombre que así la engañara, y logró asegurarse que, en viendo muerta a la su hija, huyese de aquí, por cumplir aquel voto, no allegó a ver que el padre estimase en la falta suya el amor que la llevó a ella, lejos de liviandad; que sólo cuando se fué de la vida la pobre moza, víctima de aquella usanza, suplió el padre en lágrimas, sobre la muerte de la olvidada niña, lo que al morir la negó en perdón y consuelo.
Clama el viejo narrador contra aquella costumbre, de un continuo retoñar en las mozas de hoy. Acaso la iracundia de sus palabras revele que andubo prendado de la linda forastera, y el tono de su narrar se imite a un sollozo por la suerte de la niña gentil. Acaso esta memoria le traiga algún remordimiento por haber gozado también de aquella costumbre en sus mocedades. Ello no le ha consentido cejar en su condena de aquel uso, que a las mozas de ahora las hizo traer su origen de otras hembras que sin amor fueron madres cuando al no amar le plugo. De tales madres, quizás, han nacido las zagalas que el relato escuchan, el mozo seductor, el viejo relatante.... y los allí reunidos quizás lo sospechan todos. Viéranlo de niños, desde los primeros años de su juventud comenzaran las prolongadas vigilias de la pasión a flor de piel, supliendo la suprema libación, vedada por el cálculo de la hembra, siempre con fortuna, ante el paroxismo del deseo que acechaba, siempre también, el abandono de la carne femenina. Y, por que el viejo bien lo sabe, aún resuenan los ecos de su voz arrepentida, con el temor de quien piensa en la muerte. Aún se oyen sus acentos de indignado peasr cuando el anciano se ha dormido, mientras sigue corriendo silencioso el llanto de las zagalas. Y cuando éstas contemplan su sueño, en tanto hilan calladamente, surge la copla afuera, para anunciar que se acerca la ronda de los mozos. El hilandero da fin, porque la mocedad aguarda, cual de costumbre. El cantar vibra como a compás del alma que arde en alientos de impendada bravura: la de algún zagal que por suerte cree que le llevan a matar moros.