Presentación calecho infantil...

Presentación calecho infantil

He llegado a una edad en la que miro al pasado y cuando veo a los niños no puedo sino recordar con nostalgia mi propia infancia.
No sé decir si con nostalgia o con envidia.
A continuación vamos a escuchar relatos y cuentos escritos por niños y no me queda otro remedio que pensar cómo muchos de los aquí presentes aprendimos a escribir.
Seguramente no deberíamos contar a los niños de hoy que aprendimos a escribir sobre placas de pizarra —con un pizarrín de piedra más blanda para que no rayase— para que no piensen que estábamos instalados dentro de la paleografía, en la era de la escritura litográfica anterior al papiro. (Y menos explicarles la manera de borrar lo escrito para que no tengan dudas acerca de nuestra educación y buena crianza).
Hoy les resultará difícil imaginar los tinteros de loza embebidos en los pupitres en los que metíamos el plumín enganchado a un palitroque como intentado pescar las palabras que nadaran en la tinta y que con tres tomos de la Enciclopedia Álvarez completábamos nuestro periodo escolar entre los cinco y los catorce años.
¿Podrán entrever una infancia sin televisor, en la que no se conocía el transistor y las pilas se utilizaban sólo para las linternas...?
Cierto es que el día que cogimos una caja de zapatillas (o una madreña) la enganchamos con un bramante y la comenzamos a arrastrar por el suelo inventamos el coche con mando a distancia.
A las muñecas de trapo siguieron la Gisela o la Mariquita Pérez que muy pocas de nosotras pudimos conseguir a pesar de pedirselas reiteradamente a los Reyes Magos y nos tuvimos que conformar con horrorosas muñecas de cartón piedra con el pelo pintado a las que nuestras madres o hermanas mayores hacían primorosos vestidos para enmascarar su fealdad.
¿Quién no recuerda los pollitos de cuerda que picoteaban frenéticamente el suelo y que cuando se caían movían las patitas con mayor frenesí?
¿O las tabas del cordero que comimos un año por la fiesta del Corpus que nos entretuvieron al limpiarlas y pintarlas y que tantas horas de juego nos permitieron?
Fue una infancia en las que con dos huesecillos, un trozo de teja, una cuerda o un palo inventamos nuestros juegos, algunos de los cuales van a recrear los niños de Hacendera que a continuación actuarán dentro del calecho infantil que ahora comienza