Resumen de la lectura de dos páginas las memorias de Lisardo Rubio,
... donde el autor empieza recordando a su padre Primitivo Rubio (mi abuelo), casado en primeras nupcias con una mujer cuyo nombre no recuerda, si es que alguna vez lo supo.
Primitivo era un modesto labrador en Vegapujín que vivía de cultivar unos míseros eros con ayuda de una pareja de vacas trepadoras, un arado de madera y un carro cantón. Sin echar de menos otras cosas, trabajaba duramente para mantener a su mujer y a la niña que tuvieron. A los cuatro años de casado, cuando creía su posición algo más próspera y afianzada, un incendio arrasó la casa con armadura de madera y techo de paja y allí murieron la esposa, la niña y los animales.
Absorto en su desgracia, Primitivo tardó unos meses en reaccionar y en cavilar con alguna serenidad. Por fin decidió que sería maestro y marchó a León, de donde regresó con el título en el bolsillo. Pronto conoció a Domitila (mi abuela) con quien se casó poco antes de ocupar la primera plaza de maestro en el pueblo berciano de Valle de Finolledo, un caserío que entonces era aún más pobre y atrasado que los del Valle Gordo. Los niños pequeñitos de Valle de Finolledo vestían entonces un simple mandilón bajo el que llevaban el pitín colgando al aire. Domitila, buena costurera, se ocupó en coser pantaloncitos para niños pequeños. Algún tiempo después, le dieron a Primitivo la escuela de Narayola y allí la pareja tuvo nada menos que diez hijos, uno cada dos años.
En el verano de 1936, el buenazo de Primitivo murió. (Lisardo no entra en detalles). Domitila alquiló entonces una camioneta donde regresó al Valle Gordo con sus diez hijos y los pocos enseres que poseía. Subieron todos Sil arriba vadeando como pudieron el río en Villarino, donde el puente había sido volado en los primeros días de la Guerra Civil.
Uno de los hijos más pequeños de Primitivo y Domitila era Maruja, que tenía ocho años y terminó de criarse en Vegapujín. En 1947, siendo una mocita, fue a servir a Villablino, un próspero pueblo carbonero.....
(La lectura es algo más larga y su contenido más detallado).
Foto: templete
... donde el autor empieza recordando a su padre Primitivo Rubio (mi abuelo), casado en primeras nupcias con una mujer cuyo nombre no recuerda, si es que alguna vez lo supo.
Primitivo era un modesto labrador en Vegapujín que vivía de cultivar unos míseros eros con ayuda de una pareja de vacas trepadoras, un arado de madera y un carro cantón. Sin echar de menos otras cosas, trabajaba duramente para mantener a su mujer y a la niña que tuvieron. A los cuatro años de casado, cuando creía su posición algo más próspera y afianzada, un incendio arrasó la casa con armadura de madera y techo de paja y allí murieron la esposa, la niña y los animales.
Absorto en su desgracia, Primitivo tardó unos meses en reaccionar y en cavilar con alguna serenidad. Por fin decidió que sería maestro y marchó a León, de donde regresó con el título en el bolsillo. Pronto conoció a Domitila (mi abuela) con quien se casó poco antes de ocupar la primera plaza de maestro en el pueblo berciano de Valle de Finolledo, un caserío que entonces era aún más pobre y atrasado que los del Valle Gordo. Los niños pequeñitos de Valle de Finolledo vestían entonces un simple mandilón bajo el que llevaban el pitín colgando al aire. Domitila, buena costurera, se ocupó en coser pantaloncitos para niños pequeños. Algún tiempo después, le dieron a Primitivo la escuela de Narayola y allí la pareja tuvo nada menos que diez hijos, uno cada dos años.
En el verano de 1936, el buenazo de Primitivo murió. (Lisardo no entra en detalles). Domitila alquiló entonces una camioneta donde regresó al Valle Gordo con sus diez hijos y los pocos enseres que poseía. Subieron todos Sil arriba vadeando como pudieron el río en Villarino, donde el puente había sido volado en los primeros días de la Guerra Civil.
Uno de los hijos más pequeños de Primitivo y Domitila era Maruja, que tenía ocho años y terminó de criarse en Vegapujín. En 1947, siendo una mocita, fue a servir a Villablino, un próspero pueblo carbonero.....
(La lectura es algo más larga y su contenido más detallado).
Foto: templete