- ¡Vete de aquí! ¿No lo sabes ya? Tan gandul eres tú...

- No, señor; no es cierto. Yo no firmé más que el papel que usté se quedó, y no trate de engañarme, aunque creo que ya estoy engañado. Esto que traigo es el canon que pagué siempre al duque, y usté bien lo sabe, como administrador suyo que era. Nada hay que aumentar, D. Jerónimo; recuérdelo bien.
-Tú eres el que no recuerdas ya que firmaste el arriendo de las fincas y la cantidad de trigo que te obligabas a pagar. Vete a casa, y págala pronto, si quieres; que, de no hacerlo, ya te lo cobrará con creces la Justicia.
Este diálogo, contado por el infeliz a sus compañeros de engaño, se fué repitiendo sucesivamente, a medida que desfilaron, uno por uno, con la prtensión de entregar a D. Jerónimo lo que era de razón a su derecho. Uno por uno, porque tan pronto como pretendieron agruparse para ir a pagar, el ávaro les cerró la puerta, advirténdoles que sólo les recibiría individualmente. El tío Varisto acudió de los últimos, con tanto temor y desesperanza como el que más, para oír la misma respuesta, que profería el cacique con destempladísimos tonos, más irritado a cada visita por lo que él calificaba de insufrible burla.

- ¡Vete de aquí! ¿No lo sabes ya? Tan gandul eres tú como los otros. ¡No es foro lo que me debes, que es renta! ¿Te enteras bien? ¡Vete, o sales por la ventana!