Ahora, después de terminada la jornada laboral de este, espero que haya sido un feliz miércoles para tod@s, vamos con otro cuento, otro cuento de aquella edición DE LA IMPRENTA PROVINCIAL de 1931, tantas veces nombrada, CUENTOS LEONESES.
En esta ocasión el titulado:
LA FIEBRE
Temblaba la espadaña, nido perpetuo de cigüeñas, con el campaneo que anunciaba el fin de la misa.
Vomitaba gente con tozuda parsimonia el pintorrejeado pórtico de la iglesia, sin que por un momento dejara de salir la multitud de feligreses y devotos, que, en abigarrado tropel de trajes domingueros, con desesperante calma y pestañeando enojadamente bajo la luz brillante, cegadora, de sol, iban abndonando la oscuridad del templo cuyos blancos muros exteriores reflejaban, abrasados, el fuego de aquel cielo canicular.
En esta ocasión el titulado:
LA FIEBRE
Temblaba la espadaña, nido perpetuo de cigüeñas, con el campaneo que anunciaba el fin de la misa.
Vomitaba gente con tozuda parsimonia el pintorrejeado pórtico de la iglesia, sin que por un momento dejara de salir la multitud de feligreses y devotos, que, en abigarrado tropel de trajes domingueros, con desesperante calma y pestañeando enojadamente bajo la luz brillante, cegadora, de sol, iban abndonando la oscuridad del templo cuyos blancos muros exteriores reflejaban, abrasados, el fuego de aquel cielo canicular.