RECORDANDO 2ª PARTE
“- ¡Usted, gallego! ¿Qué sabe hacer?” – preguntó el empleado de la oficina de Migraciones. “-Yo no soy gallego, señor. ¡Soy español! Y soy labrador. La tierra, el arado y yo somos uno solo” – se envalentonó el joven José mirando con serenidad al argentino.
Coronel Granada, ese sería el destino, un caserío en el Oeste de la provincia de Buenos Aires. Después de viajar diez horas en un interminable traqueteo de tren de madera, se bajaron en la estación cansados, llenos de polvo y envueltos en una nube de “panaderos” que el viento del Oeste les ofreció como bienvenida. ¡Qué vida tan distinta de la que habían vivido hasta entonces! “-Este país es tan grande como toda Europa” – decía José. “-Hay mucho por hacer aquí”-
Después de casi dos años de luchar con la tierra dura e indomable que daba apenas fruto, partieron hacia General Villegas. Francisca estaba nuevamente “gruesa”, como se decía entonces. En marzo de 1910 nació Nieves, una niña que traería tristeza como sino. Poco tiempo después la guapa Francisca de rostro redondo y mejillas sonrosadas que había dejado su pueblo buscando nuevos horizontes para su familia, caía derrotada por la enfermedad.
Los cuatro niños quedaron huérfanos de madre. Los vecinos ayudaron a José los primeros tiempos, pero la vida era dura para todos. Un matrimonio de españoles desalentados por la poca bonanza que les ofrecía esa tierra seca con agua salobre en sus entrañas, le propuso llevarse a la pequeña Nieves a España para criarla allí, “ya que a nosotros Dios no nos ha dado hijos” – dijo don Bernabé.
Los varones miraban con desaliento cómo se fue desmembrando su familia, extrañaban a su madre y los más grandes añoraban su terruño. Magín decidió partir, nunca más se supo de él.
El abuelo José deja que una lágrima asome a sus ojos celestes y bañe su rostro curtido por los vientos y los soles americanos, mientras piensa qué estará haciendo su hija allá en las Provincias Vascongadas* y qué caminos recorrerá Magín en la vastedad pampeana, el hijo que se apartó de él una mañana sin decir adiós.
*hoy, País Vasco
“- ¡Usted, gallego! ¿Qué sabe hacer?” – preguntó el empleado de la oficina de Migraciones. “-Yo no soy gallego, señor. ¡Soy español! Y soy labrador. La tierra, el arado y yo somos uno solo” – se envalentonó el joven José mirando con serenidad al argentino.
Coronel Granada, ese sería el destino, un caserío en el Oeste de la provincia de Buenos Aires. Después de viajar diez horas en un interminable traqueteo de tren de madera, se bajaron en la estación cansados, llenos de polvo y envueltos en una nube de “panaderos” que el viento del Oeste les ofreció como bienvenida. ¡Qué vida tan distinta de la que habían vivido hasta entonces! “-Este país es tan grande como toda Europa” – decía José. “-Hay mucho por hacer aquí”-
Después de casi dos años de luchar con la tierra dura e indomable que daba apenas fruto, partieron hacia General Villegas. Francisca estaba nuevamente “gruesa”, como se decía entonces. En marzo de 1910 nació Nieves, una niña que traería tristeza como sino. Poco tiempo después la guapa Francisca de rostro redondo y mejillas sonrosadas que había dejado su pueblo buscando nuevos horizontes para su familia, caía derrotada por la enfermedad.
Los cuatro niños quedaron huérfanos de madre. Los vecinos ayudaron a José los primeros tiempos, pero la vida era dura para todos. Un matrimonio de españoles desalentados por la poca bonanza que les ofrecía esa tierra seca con agua salobre en sus entrañas, le propuso llevarse a la pequeña Nieves a España para criarla allí, “ya que a nosotros Dios no nos ha dado hijos” – dijo don Bernabé.
Los varones miraban con desaliento cómo se fue desmembrando su familia, extrañaban a su madre y los más grandes añoraban su terruño. Magín decidió partir, nunca más se supo de él.
El abuelo José deja que una lágrima asome a sus ojos celestes y bañe su rostro curtido por los vientos y los soles americanos, mientras piensa qué estará haciendo su hija allá en las Provincias Vascongadas* y qué caminos recorrerá Magín en la vastedad pampeana, el hijo que se apartó de él una mañana sin decir adiós.
*hoy, País Vasco