Diferente panorama el del Parlamento español, en el que, unos meses más tarde, un grupo de diputados aplaudía con entusiasmo la supresión de la paga extraordinaria de los funcionarios, los recortes presupuestarios a la dependencia o la reducción de la prestación por desempleo que anunciaba el Presidente del Gobierno.
Aquellas lágrimas y estos aplausos, trazan una frontera: la credibilidad que merecen los que rigen los destinos de un país, o en otras palabras, la diferencia entre lo que es ser una persona honesta o ser un politiquillo zascandil, personajillo de medio pelo, títere en una cámara de aplauso y asentimiento a lo que diga el jefe, con la sensibilidad de una lombriz de tierra y en su conjunto carentes de la vergüenza que les hubiese impelido a guardar silencio al menos.
Porque a lo peor es que "no queda otro remedio". Pero entonces no es entendible la actitud de los politicastros cuya única idea en la oposición fue bloquear al Gobierno a costa de lo que fuese, (¿recuerdan aquella frase: "Que caiga España que ya la levantaremos nosotros"?) actuando como una obstrucción intestinal, para, llegados al Gobierno, tomar las mismas medidas que entonces demonizaban, eso sí, en versión corregida y aumentada.
Porque, para paliar la crisis, tanto las medidas del Gobierno anterior como las de éste han sido: Inyección de dinero a los bancos, reforma del sistema bancario, subida de impuestos (IRPF e IVA), reforma laboral, reducciones salariales a funcionarios y pensionistas, reducción de la inversión en obras públicas, plan PIVE, subvenciones a reformas en las viviendas, inyección de dinero a los ayuntamientos, agachar la cabeza y decir que sí a Bruselas y a la señora Merkel...
Aquellas lágrimas y estos aplausos, trazan una frontera: la credibilidad que merecen los que rigen los destinos de un país, o en otras palabras, la diferencia entre lo que es ser una persona honesta o ser un politiquillo zascandil, personajillo de medio pelo, títere en una cámara de aplauso y asentimiento a lo que diga el jefe, con la sensibilidad de una lombriz de tierra y en su conjunto carentes de la vergüenza que les hubiese impelido a guardar silencio al menos.
Porque a lo peor es que "no queda otro remedio". Pero entonces no es entendible la actitud de los politicastros cuya única idea en la oposición fue bloquear al Gobierno a costa de lo que fuese, (¿recuerdan aquella frase: "Que caiga España que ya la levantaremos nosotros"?) actuando como una obstrucción intestinal, para, llegados al Gobierno, tomar las mismas medidas que entonces demonizaban, eso sí, en versión corregida y aumentada.
Porque, para paliar la crisis, tanto las medidas del Gobierno anterior como las de éste han sido: Inyección de dinero a los bancos, reforma del sistema bancario, subida de impuestos (IRPF e IVA), reforma laboral, reducciones salariales a funcionarios y pensionistas, reducción de la inversión en obras públicas, plan PIVE, subvenciones a reformas en las viviendas, inyección de dinero a los ayuntamientos, agachar la cabeza y decir que sí a Bruselas y a la señora Merkel...