Curiosidades del DIARIO DE LEÓN
Icíar Fernández recorta la pezuña a una vaca durante una jornada de trabajo en una granja leonesa.
FOTO: BRUNO MORENO
un cambio de vida
Las vacas se hacen las uñas
La leonesa Icíar Fernández venció al desempleo reinventándose a sí misma. Cambió su profesión de topógrafa por su nueva pasión: la podología bovina
Ana Gil 02/02/2014
Dejó de estudiar las superficies de la tierra para velar por el bienestar de las vacas. Icíar Fernández Martínez era topógrafa, pero la crisis se llevó por delante su puesto de trabajo y le tocó reciclarse después de más de dos años en el paro que le llevaron a toparse con la cruda realidad: Un mercado de trabajo agotado, incapaz de absorber un desempleo que supone desde hace tiempo la principal preocupación de los españoles.
Un tío suyo veterinario le habló de la podología bovina y le comentó que había posibilidades de trabajo en ese campo específico que busca corregir las deformaciones habituales en las pezuñas de las vacas de establo para que estén sanas y produzcan leche.
«Me puse manos a la obra enseguida porque soy muy inquieta y necesitaba trabajar ya, así que contacté con unos chicos de Galicia que se dedicaban a eso», explica Icíar. Quería conocer de cerca en qué consistía ese trabajo del que no había oído hablar hasta entonces y que se perfilaba como una oportunidad de reinventarse a si misma en el plano laboral.
Se fue hasta Galicia, le gustó lo que vio y decidió aprender en serio los entresijos de la podología bovina en el Valle de Carranza, en el País Vasco, donde permaneció tres meses aprendiendo lo que sería su futuro trabajo y, en los ratos libres, aprendía por su cuenta leyéndose todo lo que encontraba al respecto. Después, varios días en Pamplona, aprendiendo en una de las empresas más especializadas, antes de decidirse a dar el salto.
Icíar Fernández recorta la pezuña a una vaca durante una jornada de trabajo en una granja leonesa.
FOTO: BRUNO MORENO
un cambio de vida
Las vacas se hacen las uñas
La leonesa Icíar Fernández venció al desempleo reinventándose a sí misma. Cambió su profesión de topógrafa por su nueva pasión: la podología bovina
Ana Gil 02/02/2014
Dejó de estudiar las superficies de la tierra para velar por el bienestar de las vacas. Icíar Fernández Martínez era topógrafa, pero la crisis se llevó por delante su puesto de trabajo y le tocó reciclarse después de más de dos años en el paro que le llevaron a toparse con la cruda realidad: Un mercado de trabajo agotado, incapaz de absorber un desempleo que supone desde hace tiempo la principal preocupación de los españoles.
Un tío suyo veterinario le habló de la podología bovina y le comentó que había posibilidades de trabajo en ese campo específico que busca corregir las deformaciones habituales en las pezuñas de las vacas de establo para que estén sanas y produzcan leche.
«Me puse manos a la obra enseguida porque soy muy inquieta y necesitaba trabajar ya, así que contacté con unos chicos de Galicia que se dedicaban a eso», explica Icíar. Quería conocer de cerca en qué consistía ese trabajo del que no había oído hablar hasta entonces y que se perfilaba como una oportunidad de reinventarse a si misma en el plano laboral.
Se fue hasta Galicia, le gustó lo que vio y decidió aprender en serio los entresijos de la podología bovina en el Valle de Carranza, en el País Vasco, donde permaneció tres meses aprendiendo lo que sería su futuro trabajo y, en los ratos libres, aprendía por su cuenta leyéndose todo lo que encontraba al respecto. Después, varios días en Pamplona, aprendiendo en una de las empresas más especializadas, antes de decidirse a dar el salto.
«Tenía claro que quería buscarme algo aquí en León porque me tira mucho la ‘tierrina’», relata esta joven leonesa de 33 años y madre de dos hijos. Ellos tuvieron mucho que ver en este cambio que ha experimentado su vida en los últimos dos años. Ahora se ha hecho autónoma y, aunque asegura que no le está resultando fácil, va saliendo adelante con su nueva ocupación y es ella misma la que se fija sus horarios en función de las necesidades de sus clientes. Por fin puede conciliar trabajo y vida familiar.
Para ello, necesitó algo de dinero y mucho apoyo de su familia. En julio del año pasado tomó la decisión y en octubre ya estaba funcionando. «Me compré un coche y un potro hidráulico donde coloco a las vacas para poder trabajar con sus pezuñas», narra Icíar. Para eso, tuvo que pedir un crédito al banco porque asegura que encontró «cero» subvenciones para los emprendedores. «Si he salido adelante ha sido gracias al apoyo de mi familia. Me ha resultado muy difícil empezar porque busqué ayuda económica y no encontré nada». Icíar cuenta que se pasó un mes entero recorriendo las distintas administraciones públicas en busca de una ayuda en forma de subvención, pero no tuvo suerte. «No hay nada, ni para la formación ni para nada de nada, eso lo quiero dejar bien claro para que nadie se lleve a engaño antes de empezar», insiste.
Para ello, necesitó algo de dinero y mucho apoyo de su familia. En julio del año pasado tomó la decisión y en octubre ya estaba funcionando. «Me compré un coche y un potro hidráulico donde coloco a las vacas para poder trabajar con sus pezuñas», narra Icíar. Para eso, tuvo que pedir un crédito al banco porque asegura que encontró «cero» subvenciones para los emprendedores. «Si he salido adelante ha sido gracias al apoyo de mi familia. Me ha resultado muy difícil empezar porque busqué ayuda económica y no encontré nada». Icíar cuenta que se pasó un mes entero recorriendo las distintas administraciones públicas en busca de una ayuda en forma de subvención, pero no tuvo suerte. «No hay nada, ni para la formación ni para nada de nada, eso lo quiero dejar bien claro para que nadie se lleve a engaño antes de empezar», insiste.
El proceso
Así que empezó desde cero. Invirtió los 20.000 euros que le dejó el banco y echó a andar. Aunque durante el primer mes le llamó una persona, ahora se mueve más por la provincia, de granja en granja, poniendo a punto a las vacas para que no tengan problemas a la hora de producir leche. Les recorta las pezuñas y les cura las posibles heridas provocadas por la duerza de los suelos, la alimentación, la genética, los desplazamientos o el calor y que hacen que estos animales resulten menos productivos para los ganaderos, lo que repercute en la marcha de sus negocios.
Llega a la explotación, monta el potro hidráulico y prepara su herramienta para ponerse manos a la obra. El ganadero le va pasando las vacas para que ella compruebe su estado y vea si necesitan un recorte en las pezuñas. Una radial de recorte y una legra (un cuchillo con la punta en curva) componen sus instrumentos de trabajo. «Hay que cuidar mucho a las vacas de leche porque suelen pasar mucho tiempo en las cuadras sin salir y esto favorece la aparición de problemas podales. Unido a la alimentación y a los golpes que se dan hacen que se sientan doloridas y que por eso no se levantan para comer ni beber. Conclusión: no producen leche», argumenta Icíar.
Aunque quizás no bajo el mismo nombre, el trabajo que ella realiza ahora se ha hecho siempre, históricamente, como medio de favorecer la producción de leche. Sin embargo, con la llegada de la crisis, los ganaderos también se han visto obligados a recortar gastos, lo que también afecta a este tipo de mantenimiento.
Así que empezó desde cero. Invirtió los 20.000 euros que le dejó el banco y echó a andar. Aunque durante el primer mes le llamó una persona, ahora se mueve más por la provincia, de granja en granja, poniendo a punto a las vacas para que no tengan problemas a la hora de producir leche. Les recorta las pezuñas y les cura las posibles heridas provocadas por la duerza de los suelos, la alimentación, la genética, los desplazamientos o el calor y que hacen que estos animales resulten menos productivos para los ganaderos, lo que repercute en la marcha de sus negocios.
Llega a la explotación, monta el potro hidráulico y prepara su herramienta para ponerse manos a la obra. El ganadero le va pasando las vacas para que ella compruebe su estado y vea si necesitan un recorte en las pezuñas. Una radial de recorte y una legra (un cuchillo con la punta en curva) componen sus instrumentos de trabajo. «Hay que cuidar mucho a las vacas de leche porque suelen pasar mucho tiempo en las cuadras sin salir y esto favorece la aparición de problemas podales. Unido a la alimentación y a los golpes que se dan hacen que se sientan doloridas y que por eso no se levantan para comer ni beber. Conclusión: no producen leche», argumenta Icíar.
Aunque quizás no bajo el mismo nombre, el trabajo que ella realiza ahora se ha hecho siempre, históricamente, como medio de favorecer la producción de leche. Sin embargo, con la llegada de la crisis, los ganaderos también se han visto obligados a recortar gastos, lo que también afecta a este tipo de mantenimiento.
En León, donde unas cuatro personas se dedican a la podología bovina de forma profesional, es la única mujer. Y cree que también es la única en España. Sin embargo, es difícil recabar datos al no existir una agrupación que aglutine a estos profesionales. «Es un trabajo más bien de hombres, aunque no sé muy bien el por qué, pues hay también muchas ganaderas», aclara Icíar.
Se lo piensa un poco cuando le preguntan por la parte más difícil de su nueva profesión, como si le costase encontrar la respuesta. «Es un trabajo muy físico en el que tienes que recorrer a veces muchos kilómetros en una sola mañana para dejar que las vacas descansen por la tarde». Todo, con el único objetivo de que den la mayor cantidad de leche posible después de pasar por sus hábiles manos.
Sin embargo, los animales no parecen tan contentos con su llegada. «Odian el potro». Ella procura ir con relativa frecuencia para que las vacas no se estresen. Todo influye. «Antes, el podólogo bovino iba una vez al año y se hacía una granja entera en un sólo día, pero las vacas notaban mucho movimiento y eso no les beneficiaba. Aunque se sigue haciendo así en algunos casos, creo que es mejor hacerlo poco a poco. Una vez al mes o cada quince días es suficiente».
Se lo piensa un poco cuando le preguntan por la parte más difícil de su nueva profesión, como si le costase encontrar la respuesta. «Es un trabajo muy físico en el que tienes que recorrer a veces muchos kilómetros en una sola mañana para dejar que las vacas descansen por la tarde». Todo, con el único objetivo de que den la mayor cantidad de leche posible después de pasar por sus hábiles manos.
Sin embargo, los animales no parecen tan contentos con su llegada. «Odian el potro». Ella procura ir con relativa frecuencia para que las vacas no se estresen. Todo influye. «Antes, el podólogo bovino iba una vez al año y se hacía una granja entera en un sólo día, pero las vacas notaban mucho movimiento y eso no les beneficiaba. Aunque se sigue haciendo así en algunos casos, creo que es mejor hacerlo poco a poco. Una vez al mes o cada quince días es suficiente».