HOY NAVALMORAL...

HOY NAVALMORAL
16/2/2014

José María Gómez de la Torre

LAS AGUAS BAJAN TURBIAS

Gómez de la Torre reflexiona sobre la clase política, a la que pide que escuche más a la calle.

Los católicos tienen la suerte de poder cometer todos los pecados del mundo y aun así lograr el perdón en el último minuto e ir al paraíso, lo que les diferencia de los protestantes, que van al infierno o al paraíso poniendo en una balanza todo lo realizado en vida.
Cierto que a los que vivimos en este santo país de tradición católica tanto las autoridades civiles como eclesiásticas se han empeñado desde siempre en no dejarnos cometer pecados en los que esté implicada la parte de nuestro cuerpo que queda a una cuarta por debajo del ombligo. Como compensación existe una gran permisividad, incluso social, en lo referente al choriceo.
La tradición de muchos siglos de esquivar el infierno nos ha hecho asimilar a todos esta visión de la existencia en la que se puede tomar el pelo incluso a Dios, pero especialmente ha arraigado entre los que ostentan el poder económico o político. No creo que ni el arte de mentir ni la picaresca y el ingenio para conseguir lo que no se tiene se vea tan positivamente en ningún otro sitio, ni se disculpe o perdone con tanta facilidad como aquí.
Tenemos tan asimilada la idea de que cuando alguien con poder miente o roba, es mentiroso o ladrón pero lo disculpamos pensando que si no lo hiciera él lo haría otro; y si nos encontramos con un defraudador de clase media o baja (con IVA o sin IVA) lo que hay es justicia social. Y es que en este país de pícaros cada uno roba en la medida de sus posibilidades, a veces por necesidad y a veces simplemente porque puede.
El problema no está sólo en que haya quien robe sino en que se le mire más con envidia que como a un delincuente. O se le vea con condescendencia, lo que me hace recordar aquellos versos de Ugo Foscolo, que después de dos siglos no han perdido actualidad: "En tiempos de las bárbaras naciones/ colgaban de las cruces los ladrones/ mas ahora, en el siglo de las luces/ del pecho del ladrón cuelgan las cruces".
Algo huele mal
Y tú, avispado lector, pensarás que no todos somos iguales. Y tienes razón, no todos somos iguales, pero coincidirás conmigo en que al analizar la realidad actual, se tiene la sensación de que algo huele mal, muy mal.
Nuestra democracia parece de mentira. Se obstaculizan las manifestaciones y se intenta que no se publiquen imágenes de la represión policial, en muchos casos desmesurada, en las mismas. Los sistemas financieros no hacen sino acaparar recursos públicos, miles de empresas llevan doble contabilidad y muchas ocultan beneficios en paraísos fiscales.
Abundan políticos prestidigitadores que hacen desaparecer dinero en un "ahora está, ahora no está" y cargos elegidos para la gestión de asuntos públicos no tienen el menor rubor en contratar a algún particular (o tratar de hacerlo) para que lo hagan porque ellos no saben o son incapaces de hacerlo en lugar de reconocer su ineptitud y dimitir.
Produce bochorno escuchar a la Delegada del Gobierno en Madrid decir que "los jueces han cedido a la presión popular" haciéndonos pensar que se han pasado las leyes por el arco de triunfo, en lugar de pensar que son los políticos quienes deben escuchar el clamor popular, que aunque se les haya votado mayoritariamente no por ello pueden ejercer un poder omnímodo.
En el Congreso, un ministro hace una velada amenaza a la prensa y mes y medio después cae un director de periódico que no recoge el "aviso a navegantes". (Casualmente uno que ha sido fiel colaborador y que en los últimos tiempos se había mostrado levantisco; y es que es peor haber sido y dejar de serlo que no haberlo sido nunca). Y sí: ha conseguido amordazar a la prensa escrita. No hay más que ver que solo en la portada de un periódico se ha hecho mención a las manifestaciones del día 1 en Madrid contra el proyecto de ley del aborto Gallardón. Y por si fuera poco, otro ministro manda a tomar ya saben por donde a un periodista por hacerle una pregunta "inoportuna".

Legitimación
Es frecuente oír en los debates parlamentarios eso de "no está usted legitimado para criticarme, porque usted lo hizo mal anteriormente" olvidando que la legitimación o deslegitimación la da el pueblo al que representa y no los aciertos o errores del pasado; pero lo que resulta más vergonzoso es que el Jefe del Ejecutivo mande callar al jefe de la oposición y alardee de unos logros que desde que gobierna han sido los siguientes (datos del Instituto Nacional de Estadística): Un millón y medio afiliados menos en la Seguridad Social (184.031 el pasado mes de enero) y se ha gastado un 30% de las reservas de la misma; un 4% más de paro; una deuda pública que ha pasado del 69% al 95% del PIB (llegará este año al 105% según prevén los presupuestos generales del Estado y en 2020 deberá estar por debajo del 60% según la última reforma constitucional. ¡La que se nos viene encima!)...
Yo pediría al señor Rajoy que mande callar menos, escuche más, estudie con atención las estadísticas que elabora su propia administración, ponga los pies en el suelo, piense si es acertada su política económica (continuación y copia de la iniciada por el señor Zapatero en mayo de 2010) y sea menos eufórico.
Y finalizo con lo que Simone de Beauvoir escribió en los años 80: "No olvidar jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para poner en cuestión los derechos de las mujeres".
No sé. Será por la lluvia de los últimos tiempos por lo que las aguas bajan turbias. Y con olor a cloaca.
Respuestas ya existentes para el anterior mensaje:
Y leído con pausa, sin prisa, muy buen artículo de José María.
Si todos callamos y que hable el vecino, que es lo que está pasando... pues eso, pasa lo que pasa ¡Todos agusto en la burra aunque todos los días le den una zurra.
Mis felicitaciones.