DOS MIL AÑOS DE BÚSQUEDA
San Isidoro prepara una sala para mostrar en exclusiva el Santo Grial
El cáliz de Doña Urraca, que la medievalista leonesa Margarita Torres y el historiador del arte José Miguel Ortega han podido probar que es la Copa de Cristo, tendrá una sala exclusiva, digna de un unicum. Hasta ahora ocupaba una vitrina más de la cámara del tesoro, una pequeña habitación que sólo permite el acceso a grupos muy reducidos.
Una muesca en el cáliz de Doña Urraca es una de las pruebas claves que llevaron a Torres y Ortega a descubrir que se trata de la copa que entre el siglo IV —no hay testimonios escritos anteriores— y el XI se custodió en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La esquirla, entregada al sultán Saladino, fue arrancada con una gumía de doble filo por Bani-I-Aswad, el jefe de la expedición que trajo a León la copa de la Última Cena en el año 1054-55. Los datos constan en dos manuscritos del siglo XIV localizados en la biblioteca Al-Azhar del Cairo. Cuentan que el emir de Denia fue el único de todo el Islam que acude a la llamada desesperada del califa fatimí, ante la terrible hambruna que azota Egipto. El rey de Denia envía un gran cargamento de víveres y pide a cambio «la copa que dicen los cristianos que es del Mesías», para enviársela «a Ferdinand al Kabir, emir de Liyyun» (Fernando El Magno, rey de León). El grial es sólo el ‘vaso’ de ónice, que en el siglo XI la reina Urraca entregó a los orfebres para ser decorado con oro y gemas. El resultado es tan espléndido que durante siglos ha sido valorado como una joya medieval excepcional. A su valor artístico se une ahora el histórico y religioso.
San Isidoro prepara una sala para mostrar en exclusiva el Santo Grial
El cáliz de Doña Urraca, que la medievalista leonesa Margarita Torres y el historiador del arte José Miguel Ortega han podido probar que es la Copa de Cristo, tendrá una sala exclusiva, digna de un unicum. Hasta ahora ocupaba una vitrina más de la cámara del tesoro, una pequeña habitación que sólo permite el acceso a grupos muy reducidos.
Una muesca en el cáliz de Doña Urraca es una de las pruebas claves que llevaron a Torres y Ortega a descubrir que se trata de la copa que entre el siglo IV —no hay testimonios escritos anteriores— y el XI se custodió en la iglesia del Santo Sepulcro de Jerusalén. La esquirla, entregada al sultán Saladino, fue arrancada con una gumía de doble filo por Bani-I-Aswad, el jefe de la expedición que trajo a León la copa de la Última Cena en el año 1054-55. Los datos constan en dos manuscritos del siglo XIV localizados en la biblioteca Al-Azhar del Cairo. Cuentan que el emir de Denia fue el único de todo el Islam que acude a la llamada desesperada del califa fatimí, ante la terrible hambruna que azota Egipto. El rey de Denia envía un gran cargamento de víveres y pide a cambio «la copa que dicen los cristianos que es del Mesías», para enviársela «a Ferdinand al Kabir, emir de Liyyun» (Fernando El Magno, rey de León). El grial es sólo el ‘vaso’ de ónice, que en el siglo XI la reina Urraca entregó a los orfebres para ser decorado con oro y gemas. El resultado es tan espléndido que durante siglos ha sido valorado como una joya medieval excepcional. A su valor artístico se une ahora el histórico y religioso.
Será tonto el Águila Roja?, que lleva cuatro años buscando el Santo Grial y mira tú por dónde aparece, delante de sus narices.
Pues anda que el Indiana Jones....... Será verdad que según dicen la Urraca y su padre sabían lo que era y lo trataron de disimular preparando esa bonita copa.....