¡A las buenas tardes noches! Para volver con nuestra costumbre os dejo la espuma de los días. Aunque me quedan todavía algunas atrasadas que en algún momento publicaré.
Hoy ponemos la que toca…
DIARIO DE LEÓN
10 de abril de 2014
“LA ESPUMA DE LOS DÍAS”
José L. Suárez Roca
Trenes hasta el corazón
Hablemos todos juntos del resplandor del tren que nos ata la memoria. Nombremos la necesaria integración de los trenes en el corazón de nuestras ciudades. Nombremos una y otra vez la resurrección de las estaciones antiguas y esas leales locomotoras que al pie de nuestros sueños no han cesado de invitarnos a viajar, a viajar….
Con los ojos llenos de pájaros metálicos proclamemos el resurgir de las ideologías del tren por los cuatro puntos cardinales, ahí en los bares y en las fruterías, en las plazas de abastos y en los retretes y en las catacumbas donde se cantan y se regeneran las canciones de esta tierra…. ¡Como si padeciésemos la paranoia de los trenes!
¡Vuelve a traquetear por nuestro barrio el expreso de las seis de la tarde! Por debajo y por encima de nuestras sucias calles en cuesta retiemble la pasión del Talgo, su espuma de montaña, su contar vibrante… ¿Quiénes son esos desalmados que bloquean ahora la “reintegración” de nuestros trenes, el soterramiento de las vías en la capital de nuestra república ferroviaria?
¡No nos jodan la literatura romántica y civil de los ferrocarriles! ¿Adonde, a qué arrabales del desierto han pensado arrojar los andenes del porvenir? ¿allá tan lejos donde ya no se posan ni los espantapájaros? Allí estarían tristes las estaciones con sus marquesinas y desamparadas techumbres, tan abatidas como esas cloacas que nacieron de espaldas a la ciudad.
El tren no pide de comer, pero aúlla de abandono y de ausencias. Porque los trenes tienen hambre de nuestras nostalgias de otros paraísos y auroras. Y allá en las lejanías sin sangre se encontrarían como espectros entre las tumbas. Despoblados de nuestras quimeras y delirios, le repito que se quedarían como se quedan los charcos en los campos del invierno.
¡No nos jodan entonces el bello cuento de los trenes que penetran silbando en la médula de la ciudad ¡No disparen contra la vías cosidas en nuestra piel! ¡No nos estrangulen la alegría de las locomotoras trotando sobre los puentes, las boardillas y esos patios donde continúan jugando los niños con sus trenes eléctricos!
Y si hay que gritar hasta que resuciten los trenes en el corazón de la ciudad…. Nos trastornaremos a gritos. ¡Vuelva a traquetear por nuestro barrio el tren aventurero de las seis de la mañana! ¡Nunca esas apartadas estaciones donde no se escuchan los aullidos de nuestra sangre social! ¡nunca vernos diciendo adiós en los andenes de las lejanías antisociales.
Hoy ponemos la que toca…
DIARIO DE LEÓN
10 de abril de 2014
“LA ESPUMA DE LOS DÍAS”
José L. Suárez Roca
Trenes hasta el corazón
Hablemos todos juntos del resplandor del tren que nos ata la memoria. Nombremos la necesaria integración de los trenes en el corazón de nuestras ciudades. Nombremos una y otra vez la resurrección de las estaciones antiguas y esas leales locomotoras que al pie de nuestros sueños no han cesado de invitarnos a viajar, a viajar….
Con los ojos llenos de pájaros metálicos proclamemos el resurgir de las ideologías del tren por los cuatro puntos cardinales, ahí en los bares y en las fruterías, en las plazas de abastos y en los retretes y en las catacumbas donde se cantan y se regeneran las canciones de esta tierra…. ¡Como si padeciésemos la paranoia de los trenes!
¡Vuelve a traquetear por nuestro barrio el expreso de las seis de la tarde! Por debajo y por encima de nuestras sucias calles en cuesta retiemble la pasión del Talgo, su espuma de montaña, su contar vibrante… ¿Quiénes son esos desalmados que bloquean ahora la “reintegración” de nuestros trenes, el soterramiento de las vías en la capital de nuestra república ferroviaria?
¡No nos jodan la literatura romántica y civil de los ferrocarriles! ¿Adonde, a qué arrabales del desierto han pensado arrojar los andenes del porvenir? ¿allá tan lejos donde ya no se posan ni los espantapájaros? Allí estarían tristes las estaciones con sus marquesinas y desamparadas techumbres, tan abatidas como esas cloacas que nacieron de espaldas a la ciudad.
El tren no pide de comer, pero aúlla de abandono y de ausencias. Porque los trenes tienen hambre de nuestras nostalgias de otros paraísos y auroras. Y allá en las lejanías sin sangre se encontrarían como espectros entre las tumbas. Despoblados de nuestras quimeras y delirios, le repito que se quedarían como se quedan los charcos en los campos del invierno.
¡No nos jodan entonces el bello cuento de los trenes que penetran silbando en la médula de la ciudad ¡No disparen contra la vías cosidas en nuestra piel! ¡No nos estrangulen la alegría de las locomotoras trotando sobre los puentes, las boardillas y esos patios donde continúan jugando los niños con sus trenes eléctricos!
Y si hay que gritar hasta que resuciten los trenes en el corazón de la ciudad…. Nos trastornaremos a gritos. ¡Vuelva a traquetear por nuestro barrio el tren aventurero de las seis de la mañana! ¡Nunca esas apartadas estaciones donde no se escuchan los aullidos de nuestra sangre social! ¡nunca vernos diciendo adiós en los andenes de las lejanías antisociales.