Bueno, y ya para despedirme, os dejo otro de los artículos, de nuestro paisano, que tenemos atrasados:
DIARIO DE LEÓN
Jueves 19 de febrero de 2015
LA ESPUMA DE LOS DÍAS
José L. Suárez Roca
"Los abismos de Cornatel"
Es imposible no pensar en nuestras ruinas arqueológicas cuando se está en este café.
Ha dicho Martina, ojos azules, arqueóloga en paro, antimonárquica, antisistémica indignadísima.
-Mi imaginación es hoy una caída, el derrumbamiento de un castillo de leyenda.
Martina, melena rubia como un crisántemo de mente, gestos y ademanes de consumada actriz, un poco friqui, ha venido en su motovespa desde Valtuille, donde vive con su madre. Martina trabaja algunas noches de camarera para una señora muy rica y tuberculosa de Arganza, que se llama Beatriz y escribe en carteras verdes de seda sus pensamientos y sus desvaríos.
-La casa colgante o colgada del castillo de Cornatel está que se cae, tío, se cae mañana y aquí no ha pasado nada, hostia.
Martina, neorromántica empedernida medievalista aquejada de nostalgias preindustriales, me propone subir hasta la fortaleza de Coranatel y arrojar desde el vértigo de sus aspilleras una rabiosa protesta política contra los responsables de su "desplomación"
Rondan por aquellos montes muchos mastines, Martina, mastines muy ceñudos y agresivos, le he dicho. Ni Tirso, el pastor, es capa de arrodillarlos.
Y Martina, teologal como un país que nadie conoce, se ha quedado mirando por el ventanal del oeste la mole del castillo de Cornatel iluminada por los rayos del sol, los despeñaderos de alrededor cubiertos de vapores, esos precipicios que por su hondura y oscuridad el barco de la niebla comparara con el Valle de la Muerte... Mira Martina sus resquebrajadas piedras templarias y envidia sus palpitaciones, sus venas abiertas al asombro del lago de Carucedo, las brumas de poesía que emana de sus geológica soledad.
- ¡Tendrá que matarse algún artista para que actúen los cachalotes de la junta! Desde tan sublime atalaya en ruinas es sobrecogedora la liturgia del invierno en nuestra atlántica república, Martina. ¿Y qué podríamos hacer con los responsables de la "derrumbación" de su casa colgada o colgante, del resplandor último de sus huesos contra el abismo? ¡Majaderos insensibles a la música transvanguardista y ancestral del castillo de Cornatel!
Martina con el grito de los indignados en la punta de su lengua, Martina como una amazona embravecida disparando maldiciones contra los burdos escalatorres de la junta... Cálmate, Martina, que con esos gestos te me pareces a la dama verde de Caerphilly, aquella mujer espada que tomaba la forma de la hiedra cuando vagaba por los fortines abatidos y en sus pechos se posaban sólo grajos...
- ¿Por qué no vamos a Cornatel, joder? Montamos allí una gorda y a ver que pasa.
Martina del Valle, camarera de doña Beatriz de Arganza, rubia como un crisantemo demente... ¡Arranca esa motovespa!
A todo esto Yoli, se echa de menos algún que otro escrito de Jose, a ver si le animas y publicas alguno.
¡DULCES SUEÑOS PARA TOD@S!
DIARIO DE LEÓN
Jueves 19 de febrero de 2015
LA ESPUMA DE LOS DÍAS
José L. Suárez Roca
"Los abismos de Cornatel"
Es imposible no pensar en nuestras ruinas arqueológicas cuando se está en este café.
Ha dicho Martina, ojos azules, arqueóloga en paro, antimonárquica, antisistémica indignadísima.
-Mi imaginación es hoy una caída, el derrumbamiento de un castillo de leyenda.
Martina, melena rubia como un crisántemo de mente, gestos y ademanes de consumada actriz, un poco friqui, ha venido en su motovespa desde Valtuille, donde vive con su madre. Martina trabaja algunas noches de camarera para una señora muy rica y tuberculosa de Arganza, que se llama Beatriz y escribe en carteras verdes de seda sus pensamientos y sus desvaríos.
-La casa colgante o colgada del castillo de Cornatel está que se cae, tío, se cae mañana y aquí no ha pasado nada, hostia.
Martina, neorromántica empedernida medievalista aquejada de nostalgias preindustriales, me propone subir hasta la fortaleza de Coranatel y arrojar desde el vértigo de sus aspilleras una rabiosa protesta política contra los responsables de su "desplomación"
Rondan por aquellos montes muchos mastines, Martina, mastines muy ceñudos y agresivos, le he dicho. Ni Tirso, el pastor, es capa de arrodillarlos.
Y Martina, teologal como un país que nadie conoce, se ha quedado mirando por el ventanal del oeste la mole del castillo de Cornatel iluminada por los rayos del sol, los despeñaderos de alrededor cubiertos de vapores, esos precipicios que por su hondura y oscuridad el barco de la niebla comparara con el Valle de la Muerte... Mira Martina sus resquebrajadas piedras templarias y envidia sus palpitaciones, sus venas abiertas al asombro del lago de Carucedo, las brumas de poesía que emana de sus geológica soledad.
- ¡Tendrá que matarse algún artista para que actúen los cachalotes de la junta! Desde tan sublime atalaya en ruinas es sobrecogedora la liturgia del invierno en nuestra atlántica república, Martina. ¿Y qué podríamos hacer con los responsables de la "derrumbación" de su casa colgada o colgante, del resplandor último de sus huesos contra el abismo? ¡Majaderos insensibles a la música transvanguardista y ancestral del castillo de Cornatel!
Martina con el grito de los indignados en la punta de su lengua, Martina como una amazona embravecida disparando maldiciones contra los burdos escalatorres de la junta... Cálmate, Martina, que con esos gestos te me pareces a la dama verde de Caerphilly, aquella mujer espada que tomaba la forma de la hiedra cuando vagaba por los fortines abatidos y en sus pechos se posaban sólo grajos...
- ¿Por qué no vamos a Cornatel, joder? Montamos allí una gorda y a ver que pasa.
Martina del Valle, camarera de doña Beatriz de Arganza, rubia como un crisantemo demente... ¡Arranca esa motovespa!
A todo esto Yoli, se echa de menos algún que otro escrito de Jose, a ver si le animas y publicas alguno.
¡DULCES SUEÑOS PARA TOD@S!