Buenas noches León. Llevo 9 años, desde 2007, escribiendo una carta cada octubre, y siento la emoción del primer día. Eres mi ciudad novia, mi provincia novia. Beso mi carta al echarla al buzón de la radio, y me siento correspondido.
Llamé a preguntar cómo estabas, León, y me dijeron que había llegado el frío, y que el otoño está alfombrando la ribera del Bernesga, los verdes de San Francisco, La Granja, Papalaguinda y el Paseo de la Condesa. Huele a otoño en la ciudad de León. Es otoño en el Páramo, y en la Maragatería, y en la Tierra de Campos, y en El Bierzo y en las Vegas.
Y ahora, León, ya no eres el mismo. Ya tienes el AVE, el viejo sueño cumplido. Y el AVE te está haciendo ciudad turística con los hoteles al completo. Y necesito decirle al mundo que te estás convirtiendo en capital de la biofarmacia, y que se ha fijado en ti Microsoft. Turismo y alta tecnología: es como un renacer de León.
León está de moda, repite con orgullo tu alcalde Antonio Silván, y yo cuánto lo celebro. Pero te seguiré viendo, León, como te he visto siempre: la apasionante tierra, las entrañables gentes de acogida. Seguiré haciendo lo que me pide el cuerpo cada día, y varias veces al día: aparecer en la Plaza del Grano, embriagarme de caldos y de tapas en el Barrio Romántico y en el Barrio Húmedo. Entrar en San Isidoro, la Capilla Sixtina del Románico, sentir la grandeza de tu historia en el Panteón de los Reyes, que 23 reyes has tenido, León, y no reclamas la independencia.
Y allí te diré que me dejen ver el Santo Grial. Sí, habéis oído bien, forasteros, el Santo Grial está en León, en la Basílica de San Isidoro, y nunca lo quise decir por no profanar la magia del secreto.
Y quiero dejarme embrujar por las vidrieras de la Pulchra Leonina, que Juan XXIII llamó Catedral Maravillosa, y quiero pasar horas mirando una a una las figuras de su coro. Y necesito volver a asombrarme en la Azabachería, y en San Marcos, y en los palacios de los Ponces y los Guzmanes, y el Conde Luna, y Casa Botines, y la memoria de Gaudí.
Y me hace falta tu gastronomía. Tus vinos del Bierzo, tus mantecadas, tus botillos, tus quesos, tus cecinas, tus imperiales y tus nicanores. Y me urge entrar en tu provincia, la provincia de Las Médulas, y Riaño, y Castrillo de los Polvazares. Y seguir el Camino de Santiago y parar en cada pueblo, y adentrarme en mi Lugo por Los Ancares, buscando los senderos de Froilán.
Será cualquier tarde. Quizá mañana mismo. Con esa ansiedad, desde esa nostalgia, desde el afecto, desde la gratitud: buenas noches ciudad mágica, buenas noches León.
Llamé a preguntar cómo estabas, León, y me dijeron que había llegado el frío, y que el otoño está alfombrando la ribera del Bernesga, los verdes de San Francisco, La Granja, Papalaguinda y el Paseo de la Condesa. Huele a otoño en la ciudad de León. Es otoño en el Páramo, y en la Maragatería, y en la Tierra de Campos, y en El Bierzo y en las Vegas.
Y ahora, León, ya no eres el mismo. Ya tienes el AVE, el viejo sueño cumplido. Y el AVE te está haciendo ciudad turística con los hoteles al completo. Y necesito decirle al mundo que te estás convirtiendo en capital de la biofarmacia, y que se ha fijado en ti Microsoft. Turismo y alta tecnología: es como un renacer de León.
León está de moda, repite con orgullo tu alcalde Antonio Silván, y yo cuánto lo celebro. Pero te seguiré viendo, León, como te he visto siempre: la apasionante tierra, las entrañables gentes de acogida. Seguiré haciendo lo que me pide el cuerpo cada día, y varias veces al día: aparecer en la Plaza del Grano, embriagarme de caldos y de tapas en el Barrio Romántico y en el Barrio Húmedo. Entrar en San Isidoro, la Capilla Sixtina del Románico, sentir la grandeza de tu historia en el Panteón de los Reyes, que 23 reyes has tenido, León, y no reclamas la independencia.
Y allí te diré que me dejen ver el Santo Grial. Sí, habéis oído bien, forasteros, el Santo Grial está en León, en la Basílica de San Isidoro, y nunca lo quise decir por no profanar la magia del secreto.
Y quiero dejarme embrujar por las vidrieras de la Pulchra Leonina, que Juan XXIII llamó Catedral Maravillosa, y quiero pasar horas mirando una a una las figuras de su coro. Y necesito volver a asombrarme en la Azabachería, y en San Marcos, y en los palacios de los Ponces y los Guzmanes, y el Conde Luna, y Casa Botines, y la memoria de Gaudí.
Y me hace falta tu gastronomía. Tus vinos del Bierzo, tus mantecadas, tus botillos, tus quesos, tus cecinas, tus imperiales y tus nicanores. Y me urge entrar en tu provincia, la provincia de Las Médulas, y Riaño, y Castrillo de los Polvazares. Y seguir el Camino de Santiago y parar en cada pueblo, y adentrarme en mi Lugo por Los Ancares, buscando los senderos de Froilán.
Será cualquier tarde. Quizá mañana mismo. Con esa ansiedad, desde esa nostalgia, desde el afecto, desde la gratitud: buenas noches ciudad mágica, buenas noches León.