PÉREZ REVERTE Y "LA TONTA DE LA PEPITILLA"
"Es cierto que las palabras cuentan, que no son neutrales y que a veces dicen mucho acerca del pensamiento de quienes las pronuncian"
JOSÉ MARÍA GÓMEZ DE LA TORRE "HOY NAVALMORAL"
Considero a Arturo Pérez Reverte un buen escritor, agudo pensador y buen polemista, poseedor de una experiencia vital inestimable adquirida en los tiempos de corresponsal de guerra, donde tuvo que ver, sentir y vivir situaciones dramáticas y espeluznantes.
Pero a veces le pierde la fogosidad de su carácter, que le lleva a defender sus tesis con excesiva vehemencia y, en más de una ocasión, con intemperancia.
Así en el artículo "No siempre limpia y da esplendor" publicado el 3 de octubre pasado hablando de académicos de la RAE (Real Academia Española) no proclives a manifestarse respecto al uso «de disparates lingüísticos vinculados a la política, al feminismo radical, a la incultura, a la demagogia políticamente correcta o a la simple estupidez; de todo aquello que, contrario al sentido común de una lengua hermosa y sabia como la castellana, la ensucia y envilece» los calificaba de tontos del ciruelo o talibancitas tontas de la pepitilla.
Aun cuando pienso que tiene razón en cuanto al uso del desdoblamiento de género innecesario, en su artículo sobraban los juicios de valor respecto a los que piensan de otra forma o a los que pensando como él no se atreven a decirlo para dar una imagen políticamente correcta.
Hace unos meses, profesores andaluces se dirigieron a la RAE para pedir ayuda ante unas nuevas normas de la Junta de Andalucía que los obliga, en clase, a utilizar el ridículo desdoblamiento de género que nadie utiliza en el habla real.
Según esa norma, en las aulas no pueden decir "los andaluces" sino "la población andaluza", no pueden hablar de "los políticos" sino de "la clase política", y por supuesto tampoco deben decir profesores, ni alumnos, ni padres de alumnos, ni trabajadores, sino profesores y profesoras, alumnos y alumnas, padres y madres de alumnos y alumnas, trabajadores y trabajadoras y suma y sigue, con el fin de acabar con el sustantivo de uso genérico para toda la especie. Que para eso están atentos y atentas, concienciados y concienciadas, los diputados y las diputadas autonómicos y autonómicas andaluces y andaluzas que fueron elegidos y elegidas por nosotros y nosotras; para que la educación de nuestros hijos y nuestras hijas, niños y niñas de hoy, futuros y futuras adultos y adultas garantice que el día de mañana observen la igualdad de derechos entre todos y todas, hombres y mujeres andaluces y andaluzas y aún más allá, y hagan que aquellas no queden ocultas por la preeminencia de lo masculino en el idioma.
Por supuesto que, a pesar de la aparente corrección, cualquiera puede criticar este último párrafo, porque en él antepongo los nombres masculinos a los femeninos, no sé si por visceral machismo o por simple descortesía.
A los pocos días de publicado el artículo de Pérez Reverte, oí en un programa de radio a Carmen Lomana defendiendo el lenguaje inclusivo del desdoblamiento de las palabras de género. La verdad que me estaba haciendo un lío, porque siempre pensé y estudié que el adjetivo inclusivo se aplicaba al masculino cuando en su significado comprendía a los dos géneros. Vamos que cuando decimos "vamos todos" nos referimos a todos: hombres, mujeres, niños y niñas.
Pero no. Las feministas defienden un lenguaje que llaman "inclusivo" que resulta ser más justo, menos violento, un lenguaje no utilizado contra nadie como arma de exclusión y opresión en la sociedad; un lenguaje menos machista y masculinista neutralizando los usos del masculino singular al sustituirlos por otras expresiones o por la inclusión también del femenino singular en un gesto democrático y civilizado.
Y enrevesado, añado yo.
El lenguaje no determina la forma de vida de la sociedad donde se desarrolla, sino que es producto derivado de los usos y circunstancias de esa sociedad.
Las palabras no son neutrales
Es cierto que las palabras cuentan, que no son neutrales y que a veces dicen mucho acerca del pensamiento de quienes las pronuncian. Pero creo que es iluso pretender cambiar los defectos sociales, la invisibilidad de la mujer en el caso que nos ocupa, haciendo enrevesada la forma de comunicación entre las personas. Si del idioma dependiera habría menos machismo en los países de habla inglesa que en el nuestro y no estoy seguro de que sea así.
Me gustaría saber si la presidenta de la Junta de Andalucía, socialista ella, puesta dar visibilidad a la mujer, va a cambiar, y cómo, la letra del himno de su partido. Complicado me parece:
«Arriba los pobres (y las pobres) del mundo/en pie los esclavos (y las esclavas) sin pan/alcémonos todos (y todas)… El día que el triunfo alcancemos/ni esclavos ni dueños habrá... (y aquí ¿qué añadir: "ni esclavas ni dueños" o "ni esclavos ni dueñas" o "ni esclavas ni dueñas"?)».
Le sugiero una solución: hacer una letra para hombres y otra para mujeres y repetir cada estrofa cambiando el género.
Remontándome a aquel lejano 23 de febrero de 1981, pienso que en el asalto al Congreso Tejero se anticipó al pensamiento feminista al no dar preeminencia al género masculino, cuando ordenó « ¡Todo el mundo al suelo!» y más tarde el « ¡Se sienten, coño!».
Por cierto, he titulado el artículo con el improperio de Pérez Reverte, "tontas de la pepitilla" en lugar del "tontos del ciruelo" para que no me tilden de machista.
"Es cierto que las palabras cuentan, que no son neutrales y que a veces dicen mucho acerca del pensamiento de quienes las pronuncian"
JOSÉ MARÍA GÓMEZ DE LA TORRE "HOY NAVALMORAL"
Considero a Arturo Pérez Reverte un buen escritor, agudo pensador y buen polemista, poseedor de una experiencia vital inestimable adquirida en los tiempos de corresponsal de guerra, donde tuvo que ver, sentir y vivir situaciones dramáticas y espeluznantes.
Pero a veces le pierde la fogosidad de su carácter, que le lleva a defender sus tesis con excesiva vehemencia y, en más de una ocasión, con intemperancia.
Así en el artículo "No siempre limpia y da esplendor" publicado el 3 de octubre pasado hablando de académicos de la RAE (Real Academia Española) no proclives a manifestarse respecto al uso «de disparates lingüísticos vinculados a la política, al feminismo radical, a la incultura, a la demagogia políticamente correcta o a la simple estupidez; de todo aquello que, contrario al sentido común de una lengua hermosa y sabia como la castellana, la ensucia y envilece» los calificaba de tontos del ciruelo o talibancitas tontas de la pepitilla.
Aun cuando pienso que tiene razón en cuanto al uso del desdoblamiento de género innecesario, en su artículo sobraban los juicios de valor respecto a los que piensan de otra forma o a los que pensando como él no se atreven a decirlo para dar una imagen políticamente correcta.
Hace unos meses, profesores andaluces se dirigieron a la RAE para pedir ayuda ante unas nuevas normas de la Junta de Andalucía que los obliga, en clase, a utilizar el ridículo desdoblamiento de género que nadie utiliza en el habla real.
Según esa norma, en las aulas no pueden decir "los andaluces" sino "la población andaluza", no pueden hablar de "los políticos" sino de "la clase política", y por supuesto tampoco deben decir profesores, ni alumnos, ni padres de alumnos, ni trabajadores, sino profesores y profesoras, alumnos y alumnas, padres y madres de alumnos y alumnas, trabajadores y trabajadoras y suma y sigue, con el fin de acabar con el sustantivo de uso genérico para toda la especie. Que para eso están atentos y atentas, concienciados y concienciadas, los diputados y las diputadas autonómicos y autonómicas andaluces y andaluzas que fueron elegidos y elegidas por nosotros y nosotras; para que la educación de nuestros hijos y nuestras hijas, niños y niñas de hoy, futuros y futuras adultos y adultas garantice que el día de mañana observen la igualdad de derechos entre todos y todas, hombres y mujeres andaluces y andaluzas y aún más allá, y hagan que aquellas no queden ocultas por la preeminencia de lo masculino en el idioma.
Por supuesto que, a pesar de la aparente corrección, cualquiera puede criticar este último párrafo, porque en él antepongo los nombres masculinos a los femeninos, no sé si por visceral machismo o por simple descortesía.
A los pocos días de publicado el artículo de Pérez Reverte, oí en un programa de radio a Carmen Lomana defendiendo el lenguaje inclusivo del desdoblamiento de las palabras de género. La verdad que me estaba haciendo un lío, porque siempre pensé y estudié que el adjetivo inclusivo se aplicaba al masculino cuando en su significado comprendía a los dos géneros. Vamos que cuando decimos "vamos todos" nos referimos a todos: hombres, mujeres, niños y niñas.
Pero no. Las feministas defienden un lenguaje que llaman "inclusivo" que resulta ser más justo, menos violento, un lenguaje no utilizado contra nadie como arma de exclusión y opresión en la sociedad; un lenguaje menos machista y masculinista neutralizando los usos del masculino singular al sustituirlos por otras expresiones o por la inclusión también del femenino singular en un gesto democrático y civilizado.
Y enrevesado, añado yo.
El lenguaje no determina la forma de vida de la sociedad donde se desarrolla, sino que es producto derivado de los usos y circunstancias de esa sociedad.
Las palabras no son neutrales
Es cierto que las palabras cuentan, que no son neutrales y que a veces dicen mucho acerca del pensamiento de quienes las pronuncian. Pero creo que es iluso pretender cambiar los defectos sociales, la invisibilidad de la mujer en el caso que nos ocupa, haciendo enrevesada la forma de comunicación entre las personas. Si del idioma dependiera habría menos machismo en los países de habla inglesa que en el nuestro y no estoy seguro de que sea así.
Me gustaría saber si la presidenta de la Junta de Andalucía, socialista ella, puesta dar visibilidad a la mujer, va a cambiar, y cómo, la letra del himno de su partido. Complicado me parece:
«Arriba los pobres (y las pobres) del mundo/en pie los esclavos (y las esclavas) sin pan/alcémonos todos (y todas)… El día que el triunfo alcancemos/ni esclavos ni dueños habrá... (y aquí ¿qué añadir: "ni esclavas ni dueños" o "ni esclavos ni dueñas" o "ni esclavas ni dueñas"?)».
Le sugiero una solución: hacer una letra para hombres y otra para mujeres y repetir cada estrofa cambiando el género.
Remontándome a aquel lejano 23 de febrero de 1981, pienso que en el asalto al Congreso Tejero se anticipó al pensamiento feminista al no dar preeminencia al género masculino, cuando ordenó « ¡Todo el mundo al suelo!» y más tarde el « ¡Se sienten, coño!».
Por cierto, he titulado el artículo con el improperio de Pérez Reverte, "tontas de la pepitilla" en lugar del "tontos del ciruelo" para que no me tilden de machista.
El artículo de D. José, como siempre extraordinario, y la posdata el no va más, con la chispa que le caracteriza en el momento justo.
Gracias también a ti fermosa, ya luego le traigo para que lea vuestros comentarios que seguro que le presta montón