LAGO DE ISOBA. Puebla de Lillo (León)
En cierta ocasión un grupo de peregrinos que iba a Santiago siguiendo el valle del Porma, llegó al pueblo de Isoba. Estaban cansados y hambrientos. Pican a la puerta de la primera casa:
-Una limosna, por amor de Dios. Somos peregrinos que vamos hacia Compostela y venimos hambrientos y agotados.
Desde el interior de la casa una voz les respondió:
-Dios les ampare.
Siguieron picando casa por casa y en todas la misma respuesta: “Dios les ampare”. Estaban ya a la salida del pueblo y tan sólo quedaban dos casas. Picaron en la primera. Salió a recibirlos el señor cura que, solícito, les dio algo de comer, pero les explicó que su casa era muy pequeña y no podía dar albergue a todos. Le dieron las gracias y se fueron a buscar fortuna en la última casa. Nada más picar apareció en la puerta una mujer de cierta edad que los vecinos llamaban “la pecadora” (en alguna de las versiones “maledicentes” se cuenta que era la madre soltera del señor cura). Escuchó muy atenta las palabras de los peregrinos.
-Sí que puedo hospedaros, pero soy muy pobre y no tengo para daros de cenar- les respondió.
- ¿Entonces de qué se alimenta, buena señora?-preguntó Jesús, uno de los peregrinos.
– Con la leche que me da una vaquina que tengo en la cuadra.
– Tenemos mucha hambre. Podíamos matar la vaca y usted nos la prepara. No se preocupe: Dios proveerá. Yo le prometo que recibirá el ciento por uno- le aseguró el peregrino.
-Una limosna, por amor de Dios. Somos peregrinos que vamos hacia Compostela y venimos hambrientos y agotados.
Desde el interior de la casa una voz les respondió:
-Dios les ampare.
Siguieron picando casa por casa y en todas la misma respuesta: “Dios les ampare”. Estaban ya a la salida del pueblo y tan sólo quedaban dos casas. Picaron en la primera. Salió a recibirlos el señor cura que, solícito, les dio algo de comer, pero les explicó que su casa era muy pequeña y no podía dar albergue a todos. Le dieron las gracias y se fueron a buscar fortuna en la última casa. Nada más picar apareció en la puerta una mujer de cierta edad que los vecinos llamaban “la pecadora” (en alguna de las versiones “maledicentes” se cuenta que era la madre soltera del señor cura). Escuchó muy atenta las palabras de los peregrinos.
-Sí que puedo hospedaros, pero soy muy pobre y no tengo para daros de cenar- les respondió.
- ¿Entonces de qué se alimenta, buena señora?-preguntó Jesús, uno de los peregrinos.
– Con la leche que me da una vaquina que tengo en la cuadra.
– Tenemos mucha hambre. Podíamos matar la vaca y usted nos la prepara. No se preocupe: Dios proveerá. Yo le prometo que recibirá el ciento por uno- le aseguró el peregrino.