Y en este reciente y flamante 2019, vamos a seguir con alguna historia, o, a saber leyenda de aquesta nuestra tierra leonesa.
En ésta ocasión la titulada:
Las Joyas doblemente negras.
Corre el siglo XIV de gran prosperidad para la ciudad de León, y entre los muchos oficios que se practicaban en la ciudad había uno que destacaba por la gran calidad de sus trabajos; ese era el gremio de los azabacheros, quienes se agrupaban en torno a la actual calle de Azabachería de León.
En ésta ocasión la titulada:
Las Joyas doblemente negras.
Corre el siglo XIV de gran prosperidad para la ciudad de León, y entre los muchos oficios que se practicaban en la ciudad había uno que destacaba por la gran calidad de sus trabajos; ese era el gremio de los azabacheros, quienes se agrupaban en torno a la actual calle de Azabachería de León.
Los azabacheros eran los maestros joyeros encargados de trabajar principalmente el azabache y otras piedras preciosas. El azabache es una variedad de lignito, dura, compacta, de color negro y susceptible de pulimento, que se emplea como adorno en collares, pendientes, etc. y para hacer esculturas.
Por aquel entonces había un reputado azabachero conocido con el nombre de Gastón (de origen francés) que conseguía unos trabajos excelentes con este mineral.
Una mañana recibe la visita de Don Diego de Velasco el cual le encarga un trabajo para Doña Beatriz Ponce, que era su dama. Le encarga hacer una joya que haga las delicias de esta dama.
Unos días más tarde recibe la visita de Don Pedro, Conde de Pernía, el cual le viene a encargar otra joya exquisita para su noble dama y amante Doña Constanza Enríquez.
Una mañana recibe la visita de Don Diego de Velasco el cual le encarga un trabajo para Doña Beatriz Ponce, que era su dama. Le encarga hacer una joya que haga las delicias de esta dama.
Unos días más tarde recibe la visita de Don Pedro, Conde de Pernía, el cual le viene a encargar otra joya exquisita para su noble dama y amante Doña Constanza Enríquez.