Tiene publicado un folleto apenas conocido: "La Maestra...

Tiene publicado un folleto apenas conocido: "La Maestra leonesa frente al problema del analfabetismo", Imprenta Provincial, León 1926.
A Miranda llega en el verano o acaso al comenzar el curso de 1910, así se deduce de uno de sus artículos en los que hace su presentación a las madres de Miranda. Una vez puesta en contacto con la problemática social del pueblo trata por todos los medios de fundar una Cantina Escolar que no pudo llevar adelante debido a diversas causas que ella expone en otro de sus escritos, a pesar de estar ya muy avanzadas las gestiones.
Funda la Mutualidad "Perpetuo Socorro", paralela a la del maestro Artime, pero teniendo la vista puesta en sacar unas oposiciones para las que se preparaba concienzudamente, acaso restó brillantez a su labor con las niñas de la Escuela. Las largas ausencias de la maestra se dejaban notar entre las alumnas que quedaban en manos de maestras interinas y de alumnas aventajadas que más tarde llegarían todas a maestras. No obstante estaba entregada de lleno a la enseñanza compaginando estudio, trabajo, enseñanza, y educación e incluso publicación de artículos en periódicos y revistas como, además de La Voz de Avilés, en La Voz de Asturias, La Previsión popular etc.
Su hijo Alejandro Casona venía por temporadas, hablaba mucho y siempre estaba leyendo y escribiendo, pero estudiaba poco. Tenía una novia en Madrid y era Consuelo quien le daba el dinero para escribirle.
De la estancia de Casona en Miranda he podido recoger varias anécdotas, unas de labios de los ancianos de Miranda: Amaro, la citada Consuelo, otras de don José Rodríguez, hermano de Casona, etc. Empezaremos por el artículo que el propio Casona escribió sobre su estancia en Miranda. En carta de su hermano 8/06/71 don José Rodríguez Alvarez, abogado, maestro y Licenciado en Filosofía y letras me decía: "... no he podido encontrar el artículo de Alejandro sobre el Rey de la Patagonia, en sus tiempos escolares en Miranda, aunque sí sé que lo conservo (salvo que algún amigo - lo que no recuerdo- no me lo haya devuelto)". Lo que sí tenemos es el artículo que desde Argentina le dedicó en el aniversario de su nacimiento.
El mismo problema que había tenido Doña Faustina con su su madre incapaz de comprender para qué servía una hija estudiada lo tuvo Casona con la suya aunque por diverso motivo. La maestra deseaba que sus hijos fueran adictos a la lectura y al estudio organizado. Alejandro no miraba para los libros, nos dice doña Consuelo, "no sé cómo diablos podía aprobar. Apenas estudiaba o al menos yo nunca lo veía con los libros. La madre iba con frecuencia al Instituto. Los profesores no se andaban con chiquitas: "Sabemos que no mira una lección pero en los exámenes él se defiende. Cómo se arregla eso no lo sabemos". Y añade doña Consuelo "sobre todo lo que se dice las matemáticas no las podía ver ni en pintura". Este detalle se traslucirá curiosamente años después en su obra Nuestra Natacha escrita durante un verano en la casa, hoy Villa Faustina, de Canales. Alejandro prefería más que nada escribir. Era lo suyo. recuerdo que en aquel entonces andaba a vueltas con una novelita que él había titulado "Cabecita loca". De vez en cuando se acercaba y me decía:
-Oye Consuelo, ¿qué te parece que haga con este personaje?
-No sé, los cuentos terminan siempre en boda ¿no crees? Me imagino que en las novelas pase igual...
-No, mujer, este es el que tiene que morir, siempre tiene que morir alguno
-Hombre Alejandro, por Dios... no, no lo mates...
Así, mientras su madre lo creía estudiando el escribía aquella novela que a la vez trataba de explicármela, preguntándome y respondiendo como si de una obra de teatro se tratara..."