Don Luciano Taladríz falleció en el año 1926, rodeado del aprecio y el respeto mas sincero, enlutando el noble hogar que cimentado por sus virtudes personales continuó el camino que el ejemplo paterno le señalaba para el futuro.
Este noble luchador que como tantos comnacionales, volcó sus generosas energías en nuestro país, contribuyendo con su esfuerzo a cimentar nuestra evolución económica y social, dio esmerada educación a sus descendientes, dos de los cuáles Toribio y Segundo, obtuvieron sus títulos profesionales de abogado y médico respectivamente, cursando los estudios primarios y secundarios en la provincia de León y los profesionales en la Universidad de Madrid.
El Doctor Toribio Taladríz, vino a la Argentina en el año 1920, revalidando su título en la Facultad de Derecho de La Plata, dedicándose desde 1924 hasta 1931 al ejercicio de su profesión en dicha ciudad, exceptuando el año 1927 en que permaneció en España, a la que se había trasladado con motivo del fallecimiento de su señor padre. En 1931 abandonó la capital de la provincia para trasladarse al establecimiento familiar (en Tedín Uriburu), donde en la actualidad se encuentra, ocupándose de su administración a la vez que atiende también asuntos profesionales más por compromisos que por otras circunstancias.
El Doctor Segundo Taladríz, vino a la Argentina en el año 1923, revalidando también su título, trabajando en su profesión en la ciudad de Santa Rosa.
El establecimiento estuvo a cargo del señor Luciano Taladríz desde el año 1925 hasta el año 1934, en que se retiró a España. A pesar de su juventud tenía 22 años, cuando se hizo cargo de la administración de San Luciano, orientó sus actividades en la forma más provechosa, demostrando condiciones especiales para dirigir tareas de esa naturaleza. Durante el período de su gestión le tocó afrontar la profunda crisis económica que conmovió las más sólidas finanzas del país, haciéndolo con espíritu sereno y firme. Pudo así neutralizar en forma eficaz los desastrosos efectos que esa crisis tuvo sobre las zonas rurales, salvando los momentos difíciles sin que la estructura económica del establecimiento confiado a su administración se resintiera en lo más mínimo.
Este noble luchador que como tantos comnacionales, volcó sus generosas energías en nuestro país, contribuyendo con su esfuerzo a cimentar nuestra evolución económica y social, dio esmerada educación a sus descendientes, dos de los cuáles Toribio y Segundo, obtuvieron sus títulos profesionales de abogado y médico respectivamente, cursando los estudios primarios y secundarios en la provincia de León y los profesionales en la Universidad de Madrid.
El Doctor Toribio Taladríz, vino a la Argentina en el año 1920, revalidando su título en la Facultad de Derecho de La Plata, dedicándose desde 1924 hasta 1931 al ejercicio de su profesión en dicha ciudad, exceptuando el año 1927 en que permaneció en España, a la que se había trasladado con motivo del fallecimiento de su señor padre. En 1931 abandonó la capital de la provincia para trasladarse al establecimiento familiar (en Tedín Uriburu), donde en la actualidad se encuentra, ocupándose de su administración a la vez que atiende también asuntos profesionales más por compromisos que por otras circunstancias.
El Doctor Segundo Taladríz, vino a la Argentina en el año 1923, revalidando también su título, trabajando en su profesión en la ciudad de Santa Rosa.
El establecimiento estuvo a cargo del señor Luciano Taladríz desde el año 1925 hasta el año 1934, en que se retiró a España. A pesar de su juventud tenía 22 años, cuando se hizo cargo de la administración de San Luciano, orientó sus actividades en la forma más provechosa, demostrando condiciones especiales para dirigir tareas de esa naturaleza. Durante el período de su gestión le tocó afrontar la profunda crisis económica que conmovió las más sólidas finanzas del país, haciéndolo con espíritu sereno y firme. Pudo así neutralizar en forma eficaz los desastrosos efectos que esa crisis tuvo sobre las zonas rurales, salvando los momentos difíciles sin que la estructura económica del establecimiento confiado a su administración se resintiera en lo más mínimo.