¡Buenos dias! como todos los jueves, el artículo de José Luis Suárez.
DIARIO DE LEON
LA ESPUMA DE LOS DÍAS | JOSÉ L. SUÁREZ ROCA
Vicente Pueyo, in memoriam
Al otro lado del río, y entre los álamos, la blanca yegua desbocada acechándole... No sólo los adolescentes envejecieron la tarde de ese domingo. Y cada columna suya era de seda y dura... Aquí ha ocurrido algo atroz, ni toda la filología del mundo puede reconstruir su ausencia. Su ausencia parte el periódico por la mitad. Nos saludábamos los miércoles con un «salud y forza» y el suyo era un caluroso abrazo que decía «bravo, compañero, estoy contigo, juntos vamos en el mismo tren». Principios de junio, esa puta yegua nos ha vencido una vez más, le dejó tirado en el asfalto, «como una bicicleta desmembrada en innumerables piezas», cuando iba a regresar a la sombra de su trabajo, de su casa... La «aspillera» por donde disparaba cada jueves su semántica sutil, profunda, sensata, agudísima... Esa canción de su juventud enamorada, «Le temps des cerises»... Le pareció siempre «una canción llena de romanticismo, una canción de amor que abría las puertas de una primavera sensual... Quand nous chanterons le temps des cerises... Pero su perfume sigue vigente, aunque los partidos al uso hayan perdido el olfato», nos dejó escrito en su antepenúltima columna. Esa canción, ese tiempo de las cerezas, epitafio que seguirá iluminándonos, como el fonema líquido y transparente del idioma que nos enseñaba. Y precisamente una conversación sobre árboles frutales tuvimos una mañana de sol, «esos árboles con sus frutas son sagrados», geografía religiosa, ideología milenaria, «como el agua que se bebe en las cumbres de esas montañas», me decía, y nos desviamos por la senda de la mitología leonesa y ya no recuerdo dónde desembocamos, pero ahí fue cuando vislumbré un trocito de su alma... aunque no puedo presumir de haberle conocido como se conoce a duras penas a un amigo, y sin embargo... El estruendo de su caída ha hecho temblar esta casa. Y no sólo los adolescentes envejecieron esa tarde dominical. Así que me detuve un rato y me senté en un banco del paseo y recordé su semblante... (he pronunciado en voz alta todos los adjetivos que sus compañeros de trabajo le han puesto merecidamente como corona a su persona, y ni uno más puedo añadir aquí, lo estropearía todo)... Y al llegar a casa me puse a reflexionar una vez más sobre lo que significaba esa palabra, esa puta yegua blanca al otro lado del río, y lo que implicaba esta resignación, esta resignación que no nos lleva a ninguna parte... Agua sagrada, agua de nieve de la montaña de León hay que echarle a Vicente Pueyo, para que salga como cereza en el Huerto de la Eternidad. «Hola, Vicente, ahí te va... Salud y Forza».
DIARIO DE LEON
LA ESPUMA DE LOS DÍAS | JOSÉ L. SUÁREZ ROCA
Vicente Pueyo, in memoriam
Al otro lado del río, y entre los álamos, la blanca yegua desbocada acechándole... No sólo los adolescentes envejecieron la tarde de ese domingo. Y cada columna suya era de seda y dura... Aquí ha ocurrido algo atroz, ni toda la filología del mundo puede reconstruir su ausencia. Su ausencia parte el periódico por la mitad. Nos saludábamos los miércoles con un «salud y forza» y el suyo era un caluroso abrazo que decía «bravo, compañero, estoy contigo, juntos vamos en el mismo tren». Principios de junio, esa puta yegua nos ha vencido una vez más, le dejó tirado en el asfalto, «como una bicicleta desmembrada en innumerables piezas», cuando iba a regresar a la sombra de su trabajo, de su casa... La «aspillera» por donde disparaba cada jueves su semántica sutil, profunda, sensata, agudísima... Esa canción de su juventud enamorada, «Le temps des cerises»... Le pareció siempre «una canción llena de romanticismo, una canción de amor que abría las puertas de una primavera sensual... Quand nous chanterons le temps des cerises... Pero su perfume sigue vigente, aunque los partidos al uso hayan perdido el olfato», nos dejó escrito en su antepenúltima columna. Esa canción, ese tiempo de las cerezas, epitafio que seguirá iluminándonos, como el fonema líquido y transparente del idioma que nos enseñaba. Y precisamente una conversación sobre árboles frutales tuvimos una mañana de sol, «esos árboles con sus frutas son sagrados», geografía religiosa, ideología milenaria, «como el agua que se bebe en las cumbres de esas montañas», me decía, y nos desviamos por la senda de la mitología leonesa y ya no recuerdo dónde desembocamos, pero ahí fue cuando vislumbré un trocito de su alma... aunque no puedo presumir de haberle conocido como se conoce a duras penas a un amigo, y sin embargo... El estruendo de su caída ha hecho temblar esta casa. Y no sólo los adolescentes envejecieron esa tarde dominical. Así que me detuve un rato y me senté en un banco del paseo y recordé su semblante... (he pronunciado en voz alta todos los adjetivos que sus compañeros de trabajo le han puesto merecidamente como corona a su persona, y ni uno más puedo añadir aquí, lo estropearía todo)... Y al llegar a casa me puse a reflexionar una vez más sobre lo que significaba esa palabra, esa puta yegua blanca al otro lado del río, y lo que implicaba esta resignación, esta resignación que no nos lleva a ninguna parte... Agua sagrada, agua de nieve de la montaña de León hay que echarle a Vicente Pueyo, para que salga como cereza en el Huerto de la Eternidad. «Hola, Vicente, ahí te va... Salud y Forza».
"Le temps des cerises" mE NIEGO A CERRAR LOS OJOS AL RECUERDO... rotundamente afirmo quiero está despierto, esta mañana, en otro tiempo, en que los caballitos de feria, los caballitos de cartón, se quedaron lejos. Yo no galopé en ellos, Si supe de que otros niños, en sus juegos tempranos galoparon en ellos.
Aquellos caballitos, tiernos me masaron de lado, galopando sin detenerse. Ni tan siquira me dijeron! hola! en su volar al viento. Había demasiada grama, entre ortigas. y si campos poblados de triste humedad.
Pero vayamos al tiempo de las cerezas y primaveras soleadas, cuando la rosa ya era rosa, cuando el beso ya era beso, aun caminando entre piedras, de pronto apareció una playa, donde reunir conchas... ella corría y corría tratando de coger las mas bonitas: yo le ganaba.: dos montones sobre la arena, lo confirmaban.
(! Maldita, maldita sea! ppor dos veces se ha ido la luz, y trato de recuperar, lo que "el tiempo de cerezas, me habían inspirado: ahora recuerdo)
! Ah si, regrese a aquella playa! Regresé desde la memoria a aquella playa, e imaginé, las conchas esparcidas o enterradas de arena. hasta aquel montó de piedras que fue la promesa del que llegara primero a aquel lugar después de la separación, añadir unas piedras mas, en prueba de que aquel amor no había muerto... No encontré que, unas pocas conchas. Si unas piedras mas, en el sendero, donde retornamos jurando mil promesas. ¿Donde estaba ella? había pasado mucho tiempo. desde aquella canción que decía: "reloj no marques las horas porqaue voy a enloquecer..." Alli estaban las piedras, para recordar, que hubo tiempos, que se perdieron en los brazos del tiempo. La alta hierba había casi cubierto las piedras... ¿Cuando colocó ELLA... unas pocas mas? Nunca lo supe. Nunca lo sabré, Si he pensado alguna vez que tal vez se haya convertido en una viejecita, bella como siempre, con el pelo teñido, llena de nietos tal vez... y quehasta puede que recuerdo, conchas y piedras.
Nunca sabrá, que en la letra de una canción en otra lengua, recorde mil veces
que el destino es cruel. Qe las riberas del Seine fueron testigos de estos triste recuerdos tras... "·Une matin, je suis partí a jamais. Los relojes se pararon. Y les cloches, nunca mas sonaron a fiesta.
Aqui estamos, medio siglo después para recordar..."que le lune, que le brume...! A bientot nus deux!! Hasta siempre amor!
libertad
Aquellos caballitos, tiernos me masaron de lado, galopando sin detenerse. Ni tan siquira me dijeron! hola! en su volar al viento. Había demasiada grama, entre ortigas. y si campos poblados de triste humedad.
Pero vayamos al tiempo de las cerezas y primaveras soleadas, cuando la rosa ya era rosa, cuando el beso ya era beso, aun caminando entre piedras, de pronto apareció una playa, donde reunir conchas... ella corría y corría tratando de coger las mas bonitas: yo le ganaba.: dos montones sobre la arena, lo confirmaban.
(! Maldita, maldita sea! ppor dos veces se ha ido la luz, y trato de recuperar, lo que "el tiempo de cerezas, me habían inspirado: ahora recuerdo)
! Ah si, regrese a aquella playa! Regresé desde la memoria a aquella playa, e imaginé, las conchas esparcidas o enterradas de arena. hasta aquel montó de piedras que fue la promesa del que llegara primero a aquel lugar después de la separación, añadir unas piedras mas, en prueba de que aquel amor no había muerto... No encontré que, unas pocas conchas. Si unas piedras mas, en el sendero, donde retornamos jurando mil promesas. ¿Donde estaba ella? había pasado mucho tiempo. desde aquella canción que decía: "reloj no marques las horas porqaue voy a enloquecer..." Alli estaban las piedras, para recordar, que hubo tiempos, que se perdieron en los brazos del tiempo. La alta hierba había casi cubierto las piedras... ¿Cuando colocó ELLA... unas pocas mas? Nunca lo supe. Nunca lo sabré, Si he pensado alguna vez que tal vez se haya convertido en una viejecita, bella como siempre, con el pelo teñido, llena de nietos tal vez... y quehasta puede que recuerdo, conchas y piedras.
Nunca sabrá, que en la letra de una canción en otra lengua, recorde mil veces
que el destino es cruel. Qe las riberas del Seine fueron testigos de estos triste recuerdos tras... "·Une matin, je suis partí a jamais. Los relojes se pararon. Y les cloches, nunca mas sonaron a fiesta.
Aqui estamos, medio siglo después para recordar..."que le lune, que le brume...! A bientot nus deux!! Hasta siempre amor!
libertad