1/2 Ciudadanos, la gran mentira
Desde que el mundo es mundo, a toda acción política le ha correspondido una reacción. Como apuntaba en su muro de Facebook nuestro columnista Brais Fernández, “el motor de la política es el conflicto: Irrumpe Podemos, aparece Ciudadanos“. Aunque podríamos matizar esta afirmación: surgen las fuerzas de empoderamiento popular y se rearma la derecha.
Porque en esta lucha de clases -que existe, aunque Albert Rivera no lo crea-, la derecha, hasta ahora cómoda en torno al bipartidismo que lidera el Partido Popular, ha observado como las clases populares se están emancipando, suponiendo un serio peligro para sus intereses económicos y estratégicos. Un cambio de siglas sería un mal menor si así mantuvieran esa posición de privilegio. Pero, ¿cómo se puede confabular un “cambio” para que todo siga igual? Cediendo un poco -al menos inicialmente- y cambiando de nombre al negocio: Ciudadanos.
Analizamos el partido que dirige Albert Rivera:
1. ¿Qué es Ciudadanos? Es un partido neoliberal en el sentido más estricto del término, que defiende la liberación de la economía y la reducción del gasto público y se ha dejado guiar por el profesor Luis Garicano, un señor con aspecto afable que estuvo siempre en la órbita del Partido Popular. De hecho, llegó a aconsejar a Rajoy el rescate de España. Garicano es un economista que no siente demasiado pudor en proponer recetas milagrosas para evitar un futuro según él catastrófico -que si España se volverá Venezuela, que si terminará japonizándose- para concluir que tiene como modelo de referencia a Dinamarca. Fue pro-Soraya Sáenz, tenía buenas relaciones con la oligarquía y como bonus track, soltó una perla xenófoba en twitter, donde lamentaba que la valla de Melilla no fuera suficientemente sólida. Pues bien, Rivera considera que contar con él y su modelo económico es “un lujo“.
Luis Garicano, Albert Rivera y Manuel Conthe presentaron su programa económico
Ciudadanos es también un partido que apuesta abiertamente por una España unida y no deja margen a nacionalismos, federalismos ni nada que se le parezca: “Ciudadanos, mejor unidos“ es su lema, una frase mucho más amable que esa otra tan vigorosa “España, una grande y libre“. Así que los independentistas están descartados con no rotundo a la idea de una Cataluña por libre. Son, a priori, el único trozo del pastel al que parece renunciar Ciudadanos.
2. ¿Qué vende Ciudadanos? Ciudadanos, al igual que el Partido Popular -pero de forma menos descarada-, utiliza eufemismos en su argumentación, filtreando con la neolengua. Esto lo hacen, sin excepción, todas las formaciones políticas. Al fin y al cabo, la dialéctica es el gran arte de la ciencia política. Ocurre con Ciudadanos que su comedia es muy burda, demasiado evidente. Hagamos un repaso: “transformar, no romper“, “reformas estructurales factibles“, “siglo XXI“, “progreso“, “centro-izquierda“, “espíritu de consenso”, “unidad“, “transversalidad” … etc. El partido naranja está cómodo en su rol de partido de Estado y Rivera encantado de sí mismo al proyectar la imagen de yerno perfecto, comedido, el Suarez del nuevo milenio. Además, apropiándose del concepto de “sensatez y responsabilidad”, vuelven a servirse de una política muy antigua y nada original, la de amenazar con el caos que traerán otras opciones políticas.
3. ¿Qué dice la hemeroteca? Hemos querido profundizar en los aspectos más discutibles del discurso de Ciudadanos, aquellos puntos que dejan al descubierto su herencia ideológica:
– “Llamar matrimonio a una unión homosexual genera tensiones innecesarias y evitables.” Albert Rivera, en 2006. Esta declaración entra en contradicción con algunos de sus postulados básicos –que se pueden consultar en su página web-, como aquel que dice “los ciudadanos, iguales en derechos y deberes, son los únicos sujetos de la política“. ¿Pues no somos ciudadanos iguales? ¿Por qué no va a poder una persona homosexual llamar matrimonio a su unión sentimental? ¿tiene esta reticencia algo que ver con la apropiación del término “matrimonio” por parte de la Iglesia católica?
– “Para tener el derecho universal de sanidad necesitas el permiso de residencia, y eso es lo que yo defiendo”. Albert Rivera, en 2015. Nuevamente una frase que pone de manifiesto la existencia de ciudadanos de primera y segunda categoría y que hace oídos sordos a un principio básico de la declaración de los derechos humanos, el derecho a la salud. Segundo desliz xenófobo del partido tras el mencionado anteriormente por Garicano. No es una casualidad esta animadversión por lo extranjero.
Desde que el mundo es mundo, a toda acción política le ha correspondido una reacción. Como apuntaba en su muro de Facebook nuestro columnista Brais Fernández, “el motor de la política es el conflicto: Irrumpe Podemos, aparece Ciudadanos“. Aunque podríamos matizar esta afirmación: surgen las fuerzas de empoderamiento popular y se rearma la derecha.
Porque en esta lucha de clases -que existe, aunque Albert Rivera no lo crea-, la derecha, hasta ahora cómoda en torno al bipartidismo que lidera el Partido Popular, ha observado como las clases populares se están emancipando, suponiendo un serio peligro para sus intereses económicos y estratégicos. Un cambio de siglas sería un mal menor si así mantuvieran esa posición de privilegio. Pero, ¿cómo se puede confabular un “cambio” para que todo siga igual? Cediendo un poco -al menos inicialmente- y cambiando de nombre al negocio: Ciudadanos.
Analizamos el partido que dirige Albert Rivera:
1. ¿Qué es Ciudadanos? Es un partido neoliberal en el sentido más estricto del término, que defiende la liberación de la economía y la reducción del gasto público y se ha dejado guiar por el profesor Luis Garicano, un señor con aspecto afable que estuvo siempre en la órbita del Partido Popular. De hecho, llegó a aconsejar a Rajoy el rescate de España. Garicano es un economista que no siente demasiado pudor en proponer recetas milagrosas para evitar un futuro según él catastrófico -que si España se volverá Venezuela, que si terminará japonizándose- para concluir que tiene como modelo de referencia a Dinamarca. Fue pro-Soraya Sáenz, tenía buenas relaciones con la oligarquía y como bonus track, soltó una perla xenófoba en twitter, donde lamentaba que la valla de Melilla no fuera suficientemente sólida. Pues bien, Rivera considera que contar con él y su modelo económico es “un lujo“.
Luis Garicano, Albert Rivera y Manuel Conthe presentaron su programa económico
Ciudadanos es también un partido que apuesta abiertamente por una España unida y no deja margen a nacionalismos, federalismos ni nada que se le parezca: “Ciudadanos, mejor unidos“ es su lema, una frase mucho más amable que esa otra tan vigorosa “España, una grande y libre“. Así que los independentistas están descartados con no rotundo a la idea de una Cataluña por libre. Son, a priori, el único trozo del pastel al que parece renunciar Ciudadanos.
2. ¿Qué vende Ciudadanos? Ciudadanos, al igual que el Partido Popular -pero de forma menos descarada-, utiliza eufemismos en su argumentación, filtreando con la neolengua. Esto lo hacen, sin excepción, todas las formaciones políticas. Al fin y al cabo, la dialéctica es el gran arte de la ciencia política. Ocurre con Ciudadanos que su comedia es muy burda, demasiado evidente. Hagamos un repaso: “transformar, no romper“, “reformas estructurales factibles“, “siglo XXI“, “progreso“, “centro-izquierda“, “espíritu de consenso”, “unidad“, “transversalidad” … etc. El partido naranja está cómodo en su rol de partido de Estado y Rivera encantado de sí mismo al proyectar la imagen de yerno perfecto, comedido, el Suarez del nuevo milenio. Además, apropiándose del concepto de “sensatez y responsabilidad”, vuelven a servirse de una política muy antigua y nada original, la de amenazar con el caos que traerán otras opciones políticas.
3. ¿Qué dice la hemeroteca? Hemos querido profundizar en los aspectos más discutibles del discurso de Ciudadanos, aquellos puntos que dejan al descubierto su herencia ideológica:
– “Llamar matrimonio a una unión homosexual genera tensiones innecesarias y evitables.” Albert Rivera, en 2006. Esta declaración entra en contradicción con algunos de sus postulados básicos –que se pueden consultar en su página web-, como aquel que dice “los ciudadanos, iguales en derechos y deberes, son los únicos sujetos de la política“. ¿Pues no somos ciudadanos iguales? ¿Por qué no va a poder una persona homosexual llamar matrimonio a su unión sentimental? ¿tiene esta reticencia algo que ver con la apropiación del término “matrimonio” por parte de la Iglesia católica?
– “Para tener el derecho universal de sanidad necesitas el permiso de residencia, y eso es lo que yo defiendo”. Albert Rivera, en 2015. Nuevamente una frase que pone de manifiesto la existencia de ciudadanos de primera y segunda categoría y que hace oídos sordos a un principio básico de la declaración de los derechos humanos, el derecho a la salud. Segundo desliz xenófobo del partido tras el mencionado anteriormente por Garicano. No es una casualidad esta animadversión por lo extranjero.