Renta básica universal y el fin de la pobreza (1/2)
“El rápido cambio tecnológico ha estado destruyendo trabajos a un ritmo mayor del que los está creando, pero casi nadie es consciente”.
–Andrew McAfee
La robotización de los empleos y el avance de la inteligencia artificial (IA) ha puesto en alerta a las sociedades de países industrializados ante la inminente desaparición de millones de empleos. Sin embargo, en los países periféricos, la clase política, los generadores de opinión y los grupos de presión parecen ignorar lo que en realidad implica la Industria 4.0 ó la cuarta revolución industrial para nuestros pueblos.
Se entiende como Primera Revolución Industrial al período que va desde mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX. Se trata del proceso de transformación económica, social y tecnológica que vio el paso de una economía rural basada en agricultura y comercio a una economía industrializada, urbana y mecanizada. Llegó la invención de la máquina de vapor, luego el motor de propulsión interna (con combustibles derivados del petróleo), se desarrollaron los ferrocarriles, la energía eléctrica y surgieron nuevas formas sociales que dieron lugar a lo que llamamos Segunda Revolución Industrial. Se cuenta desde mediados del siglo XIX hasta 1914, cuando comienza la Primera Guerra Mundial. La Tercera es la revolución científico-tecnológica o Revolución de la inteligencia. La caracterizan la tecnología de la comunicación, Internet, y las energías renovables. En esta categorización, la Cuarta Revolución industrial es la de la Industria inteligente o Cyberindustria. Este concepto define una nueva forma de organizar los medios de producción. Los ejes son el Internet de las cosas, los sistemas ciberfísicos, la inteligencia artificial, la cultura del “hágalo usted mismo/a” y la Fábrica 4.0.
De tal manera que es urgente que el imaginario colectivo acepte la situación y podamos anticipar urgentemente los profundos e inmediatos cambios a raíz de la automatización cada vez más profunda de las industrias. Las mejoras sustanciales en el desarrollo de la inteligencia artificial, junto con los avances de la robótica y el transhumanismo, son los factores que permitirán tanto a los robots como a nosotros mismos superar la frontera conocida de las habilidades humanas en múltiples esferas de la vida.
La conquista diaria de las fábricas y oficinas por parte de los robots rompe el tejido de la realidad para superar a la ciencia ficción. Este proceso desplaza a tantas personas víctimas de la precarización laboral, que puede entenderse como parte “de la precarización global de la vida y de la dignidad humana”.
Por otra parte es importante tener en cuenta que a medida que avanza el deep learning y aumenta la capacidad de la Inteligencia Artificial (IA), también crece el rango de los trabajos que puede sustituir un sólo robot. Mientras tanto, se extiende entre la población la obvia pero irracional intranquilidad, el miedo a lo desconocido ante la pérdida de un empleo precarizado.
Estos miedos, no son en absoluto nuevos. Han existido desde la Primer Revolución Industrial. Ya en los años teinta del siglo pasado, Maynard Keynes hablaba del “Desempleo Tecnológico”. Han pasado casi 100 años de aquella frase, pero los miedos de la población parecen los mismos.
“El Foro Económico Mundial asegura que sólo en la Unión Europea la pérdida de empleos será de 5 a 7 millones de empleos para el año 2020. También es cierto que, a su vez, deberán crearse cientos de miles de puestos de trabajo no precarizados (850,000, según la Eurocámara) para acompañar la cimentación de la Industria 4.0.”
Por otro lado, en Estados Unidos, la Casa Blanca publicó el año pasado el informe “Inteligencia Artificial, Automatización y Economía”, en el que calcularon la pérdida de entre 2,2 a 3,7 millones de empleos sólo en el sector de conductores del país norteamericano. El informe oficial, publicado por la administración Obama, intentó trazar una hoja de ruta para afrontar esta crisis basada principalmente en el incremento del gasto público, algo que se contrapone con la “agenda” del presidente Donald Trump.
Según cálculos de expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la pérdida de empleos afectará casi a la par a mujeres (48%) como a hombres (52%). Sin embargo, se muestra que por cada cinco empleos perdidos para las mujeres, sólo se creará 1 para ellas; a la vez que por cada seis empleos perdidos por hombres, se crearán 2 nuevos.
El ‘Executive Summary World Robotics 2016 Industrial Robots’ asegura que un robot por cada mil trabajadores ha reducido el empleo en la población entre 0,18% y 0,34%, y han hecho que los salarios caigan entre un 0,25% y un 0,5%. Según sus cálculos, los robots han ocasionado la pérdida entre 360 mil y 670 mil empleos. También muestra que los robots industriales se multiplicaron por cuatro entre 1993 y 2007. Para la Federación Internacional de Robótica, en la actualidad se encuentran operativos entre 1,5 y 1,75 millones de unidades, una cifra que, según Boston Consulting, podría alcanzar los 6 millones en 2025. Finalmente un estudio de la Universidad de Oxford concluye que el 47% de los empleos será automatizado en los próximos veinte años, como mínimo.
Según Pascual Restrepo, un economista reconocido del MIT: “Cada robot introducido en una economía local por cada mil habitantes reduce empleo en 0,37 puntos. (Es decir) 6,2 empleados por robot”.
Sin duda, la sociedad ha ignorado a visionarios que dieron alerta sobre lo que se avecinaba y que hoy se encuentra en pleno desarrollo. El matemático estadounidense Norbert Wiener, considerado como el ‘padre’ de la Cibernética, publicó en 1948 “Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the Machine”. En esa obra plasma y desarticula los fundamentos de las nuevas ciencias del control. Consciente de las consecuencias políticas y sociales del desarrollo de las aplicaciones tecnológicas derivadas de la automatización, el autor intentó advertir a tomadores de decisión y sindicalistas sobre el conflicto entre tecnología y empleo. Wiener sugirió repetidamente la idea de compensar a los ciudadanos con algún tipo de ingreso garantizado.
“Este nuevo desarrollo tiene posibilidades ilimitadas para bien y para mal. […] Da a la raza humana una nueva y más eficaz colección de esclavos mecánicos para realizar su trabajo. Tal labor mecánica tiene la mayor parte de las propiedades del trabajo de esclavos, aunque, a diferencia de él, no lleva consigo los directos efectos desmoralizadores de la crueldad humana. Sin embargo, cualquier trabajo que acepta las condiciones de competencia con el trabajo de esclavos, acepta las condiciones del trabajo de esclavos, y, es esencialmente trabajo de esclavos”, afirma Wiener.
Aquí una palabra clave es “competencia”. Hoy, más que nunca, es claro que no existe salario suficientemente bajo de un obrero de la clase trabajadora que pueda competir con el trabajo de una pala mecánica como una excavadora y mucho menos con un brazo robótico, por ejemplo. La cuarta revolución industrial libera al cerebro humano al menos en sus decisiones más simples y rutinarias, pero lo más importante es que libera a la sociedad del trabajo precarizado y esclavizante; lo que nos entrega la oportunidad de tener una sociedad basada en valores humanos que no sean comprar o vender como eje primordial.
Hermanas y hermanos: queda claro que es necesaria una acción audaz y pragmática para organizar la transición. Es necesario crear espacios de colaboración intergeneracional, fortalecer el acceso a la formación necesaria para la gestión del conocimiento (educación disruptiva) e iniciar el urgente debate de cómo implementar una Renta Básica Universal (RBU) en nuestro país y región. De lo contrario, los gobiernos del Triángulo Norte deberán lidiar con más desempleo, más desigualdad y, sin duda, más violencia.
Actualmente nos encontramos en la transición de un ecosistema laboral antropocéntrico a uno mecanizado. Esto, evidentemente, tendrá un profundo efecto sobre la distribución de la riqueza. La cuestión es si optaremos por un modelo hipercapitalista o un modelo responsable. Ya existen propuestas concretas: desde el pago de impuestos por parte de los propietarios de los robots (que serviría para mantener una RBU); pasando por quienes proponen crear una ‘criptomoneda’ con este fin; hasta quitar todos los servicios sociales y con ello financiar la RBU.
Pero, ¿De qué hablamos cuando decimos Renta Básica Universal (RBU)? Según BIEN (Basic Income Earth Network), “la Renta Básica Universal (RBU) es un ingreso pagado por el Estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad. Incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva”.
Es claro que la RBU no debe, bajo ningún concepto, reemplazar los servicios sociales sino completarlos y cambiar su visión de un servicio “compensatorio” a uno “emancipatorio”.
“El rápido cambio tecnológico ha estado destruyendo trabajos a un ritmo mayor del que los está creando, pero casi nadie es consciente”.
–Andrew McAfee
La robotización de los empleos y el avance de la inteligencia artificial (IA) ha puesto en alerta a las sociedades de países industrializados ante la inminente desaparición de millones de empleos. Sin embargo, en los países periféricos, la clase política, los generadores de opinión y los grupos de presión parecen ignorar lo que en realidad implica la Industria 4.0 ó la cuarta revolución industrial para nuestros pueblos.
Se entiende como Primera Revolución Industrial al período que va desde mediados del siglo XVIII hasta principios del siglo XIX. Se trata del proceso de transformación económica, social y tecnológica que vio el paso de una economía rural basada en agricultura y comercio a una economía industrializada, urbana y mecanizada. Llegó la invención de la máquina de vapor, luego el motor de propulsión interna (con combustibles derivados del petróleo), se desarrollaron los ferrocarriles, la energía eléctrica y surgieron nuevas formas sociales que dieron lugar a lo que llamamos Segunda Revolución Industrial. Se cuenta desde mediados del siglo XIX hasta 1914, cuando comienza la Primera Guerra Mundial. La Tercera es la revolución científico-tecnológica o Revolución de la inteligencia. La caracterizan la tecnología de la comunicación, Internet, y las energías renovables. En esta categorización, la Cuarta Revolución industrial es la de la Industria inteligente o Cyberindustria. Este concepto define una nueva forma de organizar los medios de producción. Los ejes son el Internet de las cosas, los sistemas ciberfísicos, la inteligencia artificial, la cultura del “hágalo usted mismo/a” y la Fábrica 4.0.
De tal manera que es urgente que el imaginario colectivo acepte la situación y podamos anticipar urgentemente los profundos e inmediatos cambios a raíz de la automatización cada vez más profunda de las industrias. Las mejoras sustanciales en el desarrollo de la inteligencia artificial, junto con los avances de la robótica y el transhumanismo, son los factores que permitirán tanto a los robots como a nosotros mismos superar la frontera conocida de las habilidades humanas en múltiples esferas de la vida.
La conquista diaria de las fábricas y oficinas por parte de los robots rompe el tejido de la realidad para superar a la ciencia ficción. Este proceso desplaza a tantas personas víctimas de la precarización laboral, que puede entenderse como parte “de la precarización global de la vida y de la dignidad humana”.
Por otra parte es importante tener en cuenta que a medida que avanza el deep learning y aumenta la capacidad de la Inteligencia Artificial (IA), también crece el rango de los trabajos que puede sustituir un sólo robot. Mientras tanto, se extiende entre la población la obvia pero irracional intranquilidad, el miedo a lo desconocido ante la pérdida de un empleo precarizado.
Estos miedos, no son en absoluto nuevos. Han existido desde la Primer Revolución Industrial. Ya en los años teinta del siglo pasado, Maynard Keynes hablaba del “Desempleo Tecnológico”. Han pasado casi 100 años de aquella frase, pero los miedos de la población parecen los mismos.
“El Foro Económico Mundial asegura que sólo en la Unión Europea la pérdida de empleos será de 5 a 7 millones de empleos para el año 2020. También es cierto que, a su vez, deberán crearse cientos de miles de puestos de trabajo no precarizados (850,000, según la Eurocámara) para acompañar la cimentación de la Industria 4.0.”
Por otro lado, en Estados Unidos, la Casa Blanca publicó el año pasado el informe “Inteligencia Artificial, Automatización y Economía”, en el que calcularon la pérdida de entre 2,2 a 3,7 millones de empleos sólo en el sector de conductores del país norteamericano. El informe oficial, publicado por la administración Obama, intentó trazar una hoja de ruta para afrontar esta crisis basada principalmente en el incremento del gasto público, algo que se contrapone con la “agenda” del presidente Donald Trump.
Según cálculos de expertos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), la pérdida de empleos afectará casi a la par a mujeres (48%) como a hombres (52%). Sin embargo, se muestra que por cada cinco empleos perdidos para las mujeres, sólo se creará 1 para ellas; a la vez que por cada seis empleos perdidos por hombres, se crearán 2 nuevos.
El ‘Executive Summary World Robotics 2016 Industrial Robots’ asegura que un robot por cada mil trabajadores ha reducido el empleo en la población entre 0,18% y 0,34%, y han hecho que los salarios caigan entre un 0,25% y un 0,5%. Según sus cálculos, los robots han ocasionado la pérdida entre 360 mil y 670 mil empleos. También muestra que los robots industriales se multiplicaron por cuatro entre 1993 y 2007. Para la Federación Internacional de Robótica, en la actualidad se encuentran operativos entre 1,5 y 1,75 millones de unidades, una cifra que, según Boston Consulting, podría alcanzar los 6 millones en 2025. Finalmente un estudio de la Universidad de Oxford concluye que el 47% de los empleos será automatizado en los próximos veinte años, como mínimo.
Según Pascual Restrepo, un economista reconocido del MIT: “Cada robot introducido en una economía local por cada mil habitantes reduce empleo en 0,37 puntos. (Es decir) 6,2 empleados por robot”.
Sin duda, la sociedad ha ignorado a visionarios que dieron alerta sobre lo que se avecinaba y que hoy se encuentra en pleno desarrollo. El matemático estadounidense Norbert Wiener, considerado como el ‘padre’ de la Cibernética, publicó en 1948 “Cybernetics or Control and Communication in the Animal and the Machine”. En esa obra plasma y desarticula los fundamentos de las nuevas ciencias del control. Consciente de las consecuencias políticas y sociales del desarrollo de las aplicaciones tecnológicas derivadas de la automatización, el autor intentó advertir a tomadores de decisión y sindicalistas sobre el conflicto entre tecnología y empleo. Wiener sugirió repetidamente la idea de compensar a los ciudadanos con algún tipo de ingreso garantizado.
“Este nuevo desarrollo tiene posibilidades ilimitadas para bien y para mal. […] Da a la raza humana una nueva y más eficaz colección de esclavos mecánicos para realizar su trabajo. Tal labor mecánica tiene la mayor parte de las propiedades del trabajo de esclavos, aunque, a diferencia de él, no lleva consigo los directos efectos desmoralizadores de la crueldad humana. Sin embargo, cualquier trabajo que acepta las condiciones de competencia con el trabajo de esclavos, acepta las condiciones del trabajo de esclavos, y, es esencialmente trabajo de esclavos”, afirma Wiener.
Aquí una palabra clave es “competencia”. Hoy, más que nunca, es claro que no existe salario suficientemente bajo de un obrero de la clase trabajadora que pueda competir con el trabajo de una pala mecánica como una excavadora y mucho menos con un brazo robótico, por ejemplo. La cuarta revolución industrial libera al cerebro humano al menos en sus decisiones más simples y rutinarias, pero lo más importante es que libera a la sociedad del trabajo precarizado y esclavizante; lo que nos entrega la oportunidad de tener una sociedad basada en valores humanos que no sean comprar o vender como eje primordial.
Hermanas y hermanos: queda claro que es necesaria una acción audaz y pragmática para organizar la transición. Es necesario crear espacios de colaboración intergeneracional, fortalecer el acceso a la formación necesaria para la gestión del conocimiento (educación disruptiva) e iniciar el urgente debate de cómo implementar una Renta Básica Universal (RBU) en nuestro país y región. De lo contrario, los gobiernos del Triángulo Norte deberán lidiar con más desempleo, más desigualdad y, sin duda, más violencia.
Actualmente nos encontramos en la transición de un ecosistema laboral antropocéntrico a uno mecanizado. Esto, evidentemente, tendrá un profundo efecto sobre la distribución de la riqueza. La cuestión es si optaremos por un modelo hipercapitalista o un modelo responsable. Ya existen propuestas concretas: desde el pago de impuestos por parte de los propietarios de los robots (que serviría para mantener una RBU); pasando por quienes proponen crear una ‘criptomoneda’ con este fin; hasta quitar todos los servicios sociales y con ello financiar la RBU.
Pero, ¿De qué hablamos cuando decimos Renta Básica Universal (RBU)? Según BIEN (Basic Income Earth Network), “la Renta Básica Universal (RBU) es un ingreso pagado por el Estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad. Incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva”.
Es claro que la RBU no debe, bajo ningún concepto, reemplazar los servicios sociales sino completarlos y cambiar su visión de un servicio “compensatorio” a uno “emancipatorio”.