Celebrar celebrar, lo que se dice y entendemos por festejar ha cambiado tanto que ya no se reconocen los días amables y felices de nuestra infancia y juventud. No reconocemos aquellos tiempos, pero tampoco nos olvidamos de las fiestas hogareñas. ¡Qué diferencia, Dios Santo! Aquella Nochebuena donde comer algo extra nos sentíamos felices y contentos. Y no era una cosa extraordinaria, pero difícil de poder llegar a cenar algo distinto de un día cualquiera. La cena era muy simple: Una lombarda, el pollo de corral... y a correr: si acaso unas peras en almíbar, caseras, unos dulces típicos como son los turrones y a pasar la noche como era debido. Misa de Gallo y de vuelta a casa, como no había televisión, echábamos mano de las cartas para jugar al julepe o al tute, pero el mejor juego era LA BRISCA. Entre chupito y chupito pasábamos la velada. Y no había más, así de simple, pero hermoso. Con el paso de la noche visitábamos al vecino que nos obsequiaba con dulces y cánticos. ¡LO PASÁBAMOS MUY BIEN! Con poco, pero magnífica noche, Nochebuena y Navidad.
Mucho ha cambiado. No me seduce hablar de la NOCHEBUENA actual. Se lo dejo para usted. Yo añoro mis días de fiesta. Pobres, pero nunca faltó algo "extra" en esas fiestas...
Mucho ha cambiado. No me seduce hablar de la NOCHEBUENA actual. Se lo dejo para usted. Yo añoro mis días de fiesta. Pobres, pero nunca faltó algo "extra" en esas fiestas...