Hoy, cumple 70 años el cientifico Hawking aquejado desde joven de esclerosis lateral amiotrofica.
Este cientifico, considera al cerebro como una computadora, que dejara de funcionar cuando fallen sus componentes, no hay paraiso o vida para las computadoras que dejan de funcionar, eso es un cuento de hadas para los que les da miedo la oscuridad.
Este cientifico, considera al cerebro como una computadora, que dejara de funcionar cuando fallen sus componentes, no hay paraiso o vida para las computadoras que dejan de funcionar, eso es un cuento de hadas para los que les da miedo la oscuridad.
Soy creyente, como he afirmado en mi anterior intervención. Parecerá que me estoy pasando de orgulloso o provocador con esta afirmación, pero la considero parte necesaria (imprescindible) para comprender mi respuesta.
Estoy contestando a la señora o señorita (o al caballero) Luz, que citando al <cito: científico Hawking aquejado desde joven de esclerosis lateral amiotrófica, considera al cerebro como una computadora, que dejará de funcionar cuando fallen sus componentes; no hay paraíso o vida para las computadoras que dejan de funcionar, eso es un cuento de hadas para los que les da miedo la oscuridad” (fin de la cita) >. Mira por donde, en este punto concreto yo coincido con este científico y premio Príncipe de Asturias. Es decir, que nuestro cerebro, llegado el final de nuestra historia, no sólo dejará de funcionar, sino que se desintegrará completamente y se convertirá en polvo o en átomos como cualquier otro organismo vivo, sea de planta o de animal, o incluso como cualquier mineral. No hacía falta citar al ateo Hawking para llegar a esa conclusión. Podíamos haber citado a cualquier santo canonizado con conocimientos elementales de la ciencia. Me recuerda esto la afirmación de Yuri Gagarin cuando después de su paseo espacial afirmó que no se había encontrado con Dios. Yo le hubiera añadido; “gracias a Dios que no Le encontraste”, porque si le hubieras encontrado por los espacios extraterrestres te habríamos asegurado que ése dios no era el de la fe. Al menos no era el Dios en quien creemos los cristianos.
Os invito a hacer un experimento, como lo he hecho yo de manera completamente fortuita: buscad en YouTube, un video bajo la palabra < infierno > y os encontraréis algo tan sorprendente y ridículo como que haciendo en el mar del Norte (creo recordar) una profundísima prospección llegaron a un lugar donde se oían los gritos de horror, los lamentos, etc. que interpretaron que eran del infierno. Las tomaduras de pelo son también patrimonio de la humanidad, como el buen humor y la estupidez.
Cuando un creyente con dos dedos de frente afirma que cree en el más allá, y que cree en la existencia de Dios, no es tan estúpido como para desconocer el destino físico de este mundo. Llegará un día, por ley de contingencia, que este mundo desaparezca, como ya han desaparecido millones de estrellas y planetas. Cuando se extinga el Sol la Tierra no tendrá ninguna capacidad de subsistencia, al menos como soporte de vida. (Evito, por innecesario, referirme a la ley de la entropía). ¡Que nadie se angustie, faltan unos cinco mil millones de años!
La vida del más allá en la que nosotros creemos y esperamos no es de categoría física, natural, sino espiritual y sobrenatural.
Los cristianos creemos en Dios, espíritu que ha dado origen a todo lo que existe y nos ha destinado a superar los límites de la temporalidad gracias a nuestra condición de espíritus (encarnados, con un cuerpo material). Creemos firmemente que cuando muere una persona sigue viviendo de otro modo, pero no su cuerpo. Los humanos tenemos en nuestra condición terrena muchas manifestaciones físicas derivadas del cuerpo, y muchas manifestaciones espirituales, derivadas del espíritu. Somos seres capaces de pensamiento, de esperanza, de proyección de futuro, de amor oblativo, de aspiración a lo eterno, etc., etc. Para todo lo cual, es cierto, necesitamos la colaboración del cuerpo, que es la herramienta de que se sirve el espíritu para expresarse mientras estamos en esta condición material delimitada por las categorías del espacio, el tiempo y la materia. Pero el espíritu, que se sirve de esta „herramienta“, no se identifica con ella, aunque los no creyentes pretenden identificarla, como si todo se explicase por medio de reacciones químicas y procesos eléctricos, etc. Esa afirmación sólo se sustenta para evitar inútilmente tener que admitir la inexistencia del espíritu.
Y termino con una opinión: no tiene relación con la fe los fenómenos a que algún participante de este foro se ha referido, de „gente que ve una luz cuando está en la agonía“, y otros fenómenos que pueden ser simple y llanamente paranormales (si son ciertos), o camelos (si son falsos).
Estoy contestando a la señora o señorita (o al caballero) Luz, que citando al <cito: científico Hawking aquejado desde joven de esclerosis lateral amiotrófica, considera al cerebro como una computadora, que dejará de funcionar cuando fallen sus componentes; no hay paraíso o vida para las computadoras que dejan de funcionar, eso es un cuento de hadas para los que les da miedo la oscuridad” (fin de la cita) >. Mira por donde, en este punto concreto yo coincido con este científico y premio Príncipe de Asturias. Es decir, que nuestro cerebro, llegado el final de nuestra historia, no sólo dejará de funcionar, sino que se desintegrará completamente y se convertirá en polvo o en átomos como cualquier otro organismo vivo, sea de planta o de animal, o incluso como cualquier mineral. No hacía falta citar al ateo Hawking para llegar a esa conclusión. Podíamos haber citado a cualquier santo canonizado con conocimientos elementales de la ciencia. Me recuerda esto la afirmación de Yuri Gagarin cuando después de su paseo espacial afirmó que no se había encontrado con Dios. Yo le hubiera añadido; “gracias a Dios que no Le encontraste”, porque si le hubieras encontrado por los espacios extraterrestres te habríamos asegurado que ése dios no era el de la fe. Al menos no era el Dios en quien creemos los cristianos.
Os invito a hacer un experimento, como lo he hecho yo de manera completamente fortuita: buscad en YouTube, un video bajo la palabra < infierno > y os encontraréis algo tan sorprendente y ridículo como que haciendo en el mar del Norte (creo recordar) una profundísima prospección llegaron a un lugar donde se oían los gritos de horror, los lamentos, etc. que interpretaron que eran del infierno. Las tomaduras de pelo son también patrimonio de la humanidad, como el buen humor y la estupidez.
Cuando un creyente con dos dedos de frente afirma que cree en el más allá, y que cree en la existencia de Dios, no es tan estúpido como para desconocer el destino físico de este mundo. Llegará un día, por ley de contingencia, que este mundo desaparezca, como ya han desaparecido millones de estrellas y planetas. Cuando se extinga el Sol la Tierra no tendrá ninguna capacidad de subsistencia, al menos como soporte de vida. (Evito, por innecesario, referirme a la ley de la entropía). ¡Que nadie se angustie, faltan unos cinco mil millones de años!
La vida del más allá en la que nosotros creemos y esperamos no es de categoría física, natural, sino espiritual y sobrenatural.
Los cristianos creemos en Dios, espíritu que ha dado origen a todo lo que existe y nos ha destinado a superar los límites de la temporalidad gracias a nuestra condición de espíritus (encarnados, con un cuerpo material). Creemos firmemente que cuando muere una persona sigue viviendo de otro modo, pero no su cuerpo. Los humanos tenemos en nuestra condición terrena muchas manifestaciones físicas derivadas del cuerpo, y muchas manifestaciones espirituales, derivadas del espíritu. Somos seres capaces de pensamiento, de esperanza, de proyección de futuro, de amor oblativo, de aspiración a lo eterno, etc., etc. Para todo lo cual, es cierto, necesitamos la colaboración del cuerpo, que es la herramienta de que se sirve el espíritu para expresarse mientras estamos en esta condición material delimitada por las categorías del espacio, el tiempo y la materia. Pero el espíritu, que se sirve de esta „herramienta“, no se identifica con ella, aunque los no creyentes pretenden identificarla, como si todo se explicase por medio de reacciones químicas y procesos eléctricos, etc. Esa afirmación sólo se sustenta para evitar inútilmente tener que admitir la inexistencia del espíritu.
Y termino con una opinión: no tiene relación con la fe los fenómenos a que algún participante de este foro se ha referido, de „gente que ve una luz cuando está en la agonía“, y otros fenómenos que pueden ser simple y llanamente paranormales (si son ciertos), o camelos (si son falsos).