El PNV y
ETA se burlan de Zapatero y de la debilidad del
PSOE
Un
Gobierno abochornado que debe irse cuanto antes
'Txeroki' se niega a reconocer al Tribunal y Erkoreka se jacta de exprimir a los
socialistas
El Gobierno Zapatero vivió este 22 de junio de 2011 casi a la vez dos episodios esperpénticos que, puestos en contexto, demuestran cómo ha perdido las riendas para conducir el país. Zapatero ya no tiene resortes ni en lo
político ni en lo económico con los que poder afrontar una crisis que sigue sin tocar fondo.
Uno de los dos sainetes se escenificó en el Congreso, en el debate de convalidación del decreto-ley sobre la negociación colectiva.
El Ejecutivo consiguió sacarlo adelante únicamente con los votos socialistas tras la abstención del PNV, CiU, Coalición Canaria y UPN y con el voto en contra del resto de grupos encabezados por el
PP. Pero esa aprobación fue una dejación de deberes en toda la regla.
«En mi trayectoria no he conocido un caso semejante», se jactó complacido el portavoz del PNV en el Congreso, Josu Erkoreka, tras el debate.
Se refería a que su grupo nunca había conseguido tantas concesiones del Gobierno a cambio de una mera abstención en una votación parlamentaria: nada menos que la prevalencia de los convenios colectivos autonómicos sobre los estatales en caso de conflicto.
Algo que Erkoreka calificó de «logro histórico», por el poder que se le da a los
sindicatos de ámbito regional, es decir al nacionalista ELA-STV, en la normativa.
La otra astracanada se había representado unas horas antes en la Audiencia Nacional. Txeroki, el ex jefe de ETA al que Interior pretende presentar como paradigma del supuesto giro de la banda a favor del abandono de las armas, era juzgado por primera vez en
España y se presentó ante el tribunal como un individuo provocador, desafiante a la Justicia.
El Txeroki que este jueves, 22 de junio de 2011, se vio en
Madrid se parece mucho más al sanguinario que ordenó cometer el atentado de la T-4 en diciembre de 2006 que al
terrorista derrotado que comentaba en la cárcel -en una conversación que sólo Interior podía controlar y filtrar- que «la lucha armada ya no procede», según recogía en su primera página El País el pasado domingo.
¿Puede permitirse este país un Gobierno tan a merced de las circunstancias como el que tenemos? No se trata aquí de analizar el documento sobre los convenios aprobado ayer, pero fue patético observar al ministro de
Trabajo tratando de alargar sus intervenciones para dar tiempo a que los negociadores socialistas cerraran unos acuerdos con los grupos nacionalistas que se habían empezado a
hablar en la noche anterior y al más alto nivel.
Y es espeluznante analizar con qué rapidez se ha venido abajo el entramado que había construido el Ejecutivo -apuntalado por el Tribunal Constitucional- para hacernos creer que la rendición de ETA era posible si se aceptaba a los representantes de la banda en las instituciones.
A la actitud de Txeroki en la Audiencia se unen los homenajes a etarras, el hostigamiento a los escoltas y el acoso a los
políticos constitucionalistas. Han bastado unos pocos días para que el entorno etarra mostrara su verdadera faz, burlándose delante de toda la sociedad de un Gobierno abochornado.
Erkoreka y Txeroki, cada uno por razones bien distintas, se encargaron ayer de hacernos ver con absoluta claridad el patetismo de la agonía del Ejecutivo. No se entiende que si el único objetivo de Zapatero para alargar la legislatura era culminar las reformas económicas sea capaz de prestarse a este tipo de cambalaches.
Si tuviera un mínimo de sentido del deber y del Estado, el presidente del Gobierno debería disolver las Cortes y convocar
elecciones generales en cuanto el calendario lo permita.
En estas circunstancias el Debate sobre el Estado de la Nación previsto para la próxima semana será una estéril farsa. A menos que lo protagonice Rubalcaba, claro.