Definir la palabra “alma” no es fácil, debido sobre...

Definir la palabra “alma” no es fácil, debido sobre todo a los diferentes contextos filosóficos y religiosos en los que ha sido utilizada, pero se podría decir que el “alma” sería un ente inmaterial encargado de la parte psicológica del ser, o sea, de su personalidad, de sus emociones, su voluntad y su intelecto.

Los babilonios pensaban que el “alma” residía en el hígado. Los egipcios, y también el propio Aristóteles, pensaban que estaba en el corazón, y Descartes, afirmaba que sólo los humanos tienen pensamientos, o sea “alma”, y que los animales pertenecen al mundo material y sus vidas y movimientos se efectúan de forma mecánica. Se refería entonces al ser humano como un ser racional y a los animales como seres irracionales.

Afortunadamente hoy sabemos que nuestras capacidades intelectuales no residen en el hígado, ni en el corazón, sino en el cerebro, y que allí no hay nada más que millones de conexiones neuronales, y que los mecanismos de funcionamiento de este impresionante órgano no necesitan de ningún “alma celestial” para ser explicados. También sabemos que esa supuesta racionalidad no es exclusiva del ser humano. Ya Darwin afirmaba que "las distintas emociones y facultades —como el amor, la memoria, la atención, la curiosidad, la imitación, etc— de las que se jacta el hombre, se encuentran en forma incipiente y a veces bien desarrolladas en los demás animales". Al igual que nosotros, otros primates también son capaces de utilizar sus capacidades mentales para resolver determinados problemas.

En mayor o menor medida, el cerebro de los humanos tiene los mismos componentes que el cerebro de cualquier otro animal y, si bien existen diferencias entre las capacidades mentales del ser humano y del resto de las especies, estas diferencias son fundamentalmente de grado y no de clase, ya que la evolución actúa sobre lo que ya existe y lo suele hacer de forma gradual, sin grandes saltos. Separar a los “humanos racionales” de los “animales irracionales” ya no tiene ninguna base científica y bueno sería ir enterrando este tipo de expresiones, que son utilizadas para justificar el sometimiento que el ser humano impone al resto de los animales. De todas formas, estas cuestiones sobre racionalidad e irracionalidad quedan en un segundo plano a la vista de los nuevos descubrimientos.

En definitiva, que no podemos negar la evidencia, los seres humanos no somos ninguna creación divina que nos diferencie del resto de los animales. Nosotros somos animales, y somos fruto de la evolución, somos parientes del resto de seres vivos del planeta, y nuestra existencia y nuestros actos se explican, o se explicarán, sin necesidad de recurrir a ningún ser “superior” que nos marque diseños o caminos a seguir.

saludos