Burgos

Hola Franma:
Foto enviada por Carmen García García



Hola Franma:

Te voy a intentar contestar a casi todos los temas que me planteas. No he tenido tiempo antes. Y mis paseos, no me los pierdo por nada.

No hay cosa peor que quitar a un pueblo su esencia de pueblo, sus raíces, su forma de vida. Y así, sucedió a muchos con la industrialización. Se extirpó la naturaleza para edificar montones y montones de casas entorno a unas fábricas que atraían a la gente como o abejas a un panal. Una colmena humana. Lo que nadie puede decir es que la gente fuese obligada. Era algo nuevo, y muchas personas decidieron dejar sus pueblos para conformar una expansión de una ciudad. Burgos, se apoderó de Gamonal de Río Pico. Un pueblo con muchos campos de gamonitas, que le da su nombre. Y lo degradó.

A mi también me sucedió, pero yo me llevé mi pueblo a cuestas como si se tratase de la casita de un caracol. La ciudad, nunca me conquistó. A la ciudad la vi inmoral, egoísta, inhumana, degradante. Porque mi estancia en la ciudad, se limitaba a tres meses de invierno. Y nunca caló en mi, ni cuando me tuve que quedar todo el tiempo, de los 11 a los 14 años. Suspiraba por mis pueblecitos, y en cuanto pude, empecé a escaparme con cualquier excusa. Nunca me atrapó, y ahora vivo, desde hace muchos años en un pueblo.

Yo quería el pueblo mío, el que viví en mi infancia, y ése, ya nunca lo he conseguido. A muchos pueblos de Burgos y de otras ciudades, los han desnaturalizado, globalizado. Porque la esencia de pueblo es darse a los demás, vivir en comunidad, socializar... No sé si mi pueblo fue único, aquel que tanto me enseñó, me ayudó, me hizo como soy. Y he chocado muchas veces por ser así, hasta que he encontrado la concha de mi caracol y adentro, con todas mis vivencias. A veces puede parecer que una está sola, y sin embargo, está acompañada de los suyos.

Mi pueblo ya no existe fuera de mi. Hay que adaptarse, pero el campo, me sigue acompañando.

En la concepción de pueblo, no había ni izquierdas ni derechas. Simplemente jugábamos, aceptábamos las reglas del juego, disfrutábamos de todo, del aire, del sol, del hielo, de las calles, de un teleclub, de cada rincón, jardín... El pueblo nos pertenecía y por lo tanto, lo cuidábamos como si fuera una parte de nosotros mismos. Y eso, en las ciudades no existe, y en los pueblos desnaturalizados tampoco.
Se ataca a todo, como si fuera realmente un enemigo a combatir. Mi mentalidad choca con estas maneras de ser y de comportarse. No lo puedo evitar, la ciudad entendida así, nunca estuvo a mi lado. Era una extraña que si te descuidabas te devoraba. ... (ver texto completo)